jueves, 28 de junio de 2007

La dieta mediterránea


Desde que los mejores médicos del mundo han sido los doctores Dieta, Reposo y Alegría, por cierto especialistas en la dieta Mediterránea, la capacidad de entusiasmo rechaza a los más intrépidos virus. Ya, en su tiempo, Cervantes conjugó la literatura con la salud de todo el cuerpo y advirtió que se fragua en la oficina del estómago. Es máxima que los profesionales de la medicina trabajen para conservarnos la salud, pero ya me dirán cómo pueden hacerlo si nuestros prácticas alimenticias se dislocan. Pues, ahora también, la Ministra Elena Espinosa está dispuesta a complementar la educación para la ciudadanía, bajo el estilo del comer saludable. No se ha cortado un pelo a la hora de poner el mantel y la mesa repleta de legumbres, cereales, frutas, verduras, pescado, carnes de aves…, y solicitar a la UNESCO que inscriba en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad estos manjares que levantan el ánimo a cualquiera.

La cuestión no es cebarse, aunque la vida sea amarga y nos abra el apetito en demasíe, sino tomar alimento justo y aliento sereno. Elena Espinosa se lo ha tomado en serio y ha manifestado el compromiso de fomentar el estudio, la investigación y la difusión del acervo milenario que representa la dieta Mediterránea, reconociendo que, como demuestran todos los estudios científicos hasta la fecha, este inmenso patrimonio inmaterial que representa este estilo de darle a la boca, forjado en la confluencia de continentes y culturas, comporta beneficios importantes para la salud humana y en consecuencia contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas.

Además, hay más beneficios en la gratísima dieta Mediterránea, al parecer estimula la producción y consumo locales, fomenta una agricultura respetuosa con el medio ambiente y promueve los intercambios e iniciativas regionales, contribuyendo al diálogo cultural, a la transferencia de conocimientos y tecnología y a la revitalización económica y social de todas las comunidades del Mare Nostrum. Quizás falte una cosa más, aprovechando que los Ministerios han de ser solidarios unos para con otros, debiera formarse un tripartito de apoyo a Elena Espinosa (de Agricultura, pesca y alimentación) entre la Ministra de Cultura, la de Vivienda y la de Educación y Ciencia. Me explico. La de Cultura para cultivar conversaciones interesantes y no caer en el aburrimiento. Es fundamental buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber. Los tiempos no son fáciles para este ligue. La de Vivienda, que incluya en el nuevo plan estatal 2005-2008, donde se pretende favorecer (aunque sea de boquilla) el acceso de los ciudadanos a la vivienda, la doctrina de compartir puchero a través del patio de vecinos. La otra dama ministerial, de Educación, incluya como ejercicio práctico del adoctrinamiento del bloque 2, la vida en comunidad, los valores cívicos de invitar a un excluido a tomar mesa.

Sólo me empacha una cosa de la dieta Mediterránea, que aún viva el perro del hortelano, aquel que no come las berzas ni las deja comer a su amo. O el glotón que todo le es poco para llevárselo a los labios. Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita sentarnos todos a la mesa de nuestro mar, a beber aires de nuestra tierra, condimentados con la sal del afecto.

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

martes, 26 de junio de 2007

Los pobres de hoy en día


No cambian las cosas tanto. Los ricos siguen haciendo la guerra, pero son los pobres los que mueren. Es lo mismo de siempre. También continuamos con las eternas limosnas, en vez de hacer que todo el mundo pueda vivir sin recibirla, nos empeñamos en ejercer el limosneo en lugar de ejercitar el desarrollo compartido. Ya me gustaría que los centros sociales pusiesen el cartel: “cerrado porque no hay pobres”. La realidad es muy distinta, a pesar de que cada día son más las instituciones dispuestas a amparar el desamparo, todas se quedan pequeñas para dar cobijo y posada, al aluvión de hambrientos e indigentes. Mientras España protagoniza desde hace más de una década una etapa de crecimiento espectacular, las bolsas de pobreza en absoluto menguan. Lejos de crecer, el salario del español currante pierde poder adquisitivo. Por el contrario, los beneficios empresariales se multiplican, sobre todo la Banca. En vista de lo visto, uno se pregunta: ¿En qué luna viven los sindicatos obreros que no se dejan oír ni ver? La situación es para preocuparse. Y, sobre todo, para ocuparse en poner remedio. Somos de los treinta países miembros de la OCDE, el país en el que los salarios obreros siguen a la baja.

La tarjeta de crédito es el haber de los pobres. Lo que implica un mayor endeudamiento del pueblo obrero que se mueve entre la asfixia y la falta de libertad. La cantinela de que España es un paraíso, donde todo el que quiere trabaja, tiene sus matices. No es verdad, si hablamos de un trabajo decente, así de claro. Cada día proliferan más los trabajos indecentes, mal pagados y sin protección alguna. Se puede malvivir, callando mucho y tragando más. Tampoco me sirve que el retroceso del salario medio sea debido a la entrada en el mercado laboral de muchos peticionarios, cuando es un derecho y un deber a proteger. El artículo treinta y cinco de la constitución no da pie a la exclusión, incluye a todos los españoles en el deber de trabajar y en el derecho a un trabajo digno, con la consecuente remuneración suficiente para satisfacer necesidades de familia. Por desgracia, la crecida de empleos precarios y con sueldos a ras de suelo, sin futuro alguno, están a la orden del día. O lo tomas o lo dejas. Esto es lo que hay. Qué castigo.

Lo que escasea son trabajos que den estabilidad familiar y desarrollo personal, justicia e igualdad de género. Algo que es fundamental para reducir la pobreza. Sin duda, para romper el ciclo de la exclusión es necesario producir nuevos entusiasmos y dar nuevas oportunidades. Precisamente, la OIT anima a los gobiernos y a las organizaciones internacionales a respetar las opiniones de la gente pobre y a diseñar soluciones a la medida en vez de otras de “talla única”. Las personas en condiciones de precariedad, ahogadas por las deudas que los tiempos actuales imponen, sin el apoyo ni la posibilidad de ascender por la escalera de las buenas coyunturas, se mueren en la desesperación. La lentitud con la cual se genera trabajo decente en nuestro país hace perder los nervios y la esperanza a cualquiera. Pienso que una mayor coordinación entre administraciones, patronales y sindicatos, así como una mayor coherencia y compromiso político hacia los más desprotegidos, sería lo suyo, si queremos avanzar todos a una. A mi juicio, necesitamos abordar esa desconexión que existe entre el crecimiento económico del país y el decrecimiento en la economía de familias, incapaces de llegar a final de mes para cubrir sus necesidades más básicas.

En todo caso, rubrico lo que el economista escocés y filósofo, Adam Smith, dijo: “No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados”. Uno de los motivos de esta desdicha está en la vida laboral del obrero, que lejos de ser liberadora su actividad, de vez en cuando se convierte en un verdadero sufrimiento. Para poder sobrevivir, no pocos trabajadores españoles necesitan hacerlo, aún a sabiendas de que son explotados, por supuesto sin capacidad alguna para organizar su propio curro y mucho menos con derecho a quejarse. ¿Habrá tormento mayor que, durante la jornada laboral, uno tenga que renunciar a ser dueño de sí mismo por unos euros? La mitad de las depresiones tienen esta causa. Lo cierto es que hemos asumido una cultura, o nos la han hecho tragar con ruedas de molino, donde lo que me menos se valora es la persona humana. Todo lo que no produce como se espera, en esta galopante y enfermiza maquinaria empresarial, se le relega sin miramiento alguno, pasando a engrosar las listas de los pobres de hoy en día.

En este mundo de capitales mal repartidos, pensamos que buscar el interés de cada uno es lo que nos acomoda; que lo vital es revitalizarse con el consumo; que lo más sensato es despreocuparse de cómo se organiza la sociedad aunque los que la dirigen nos desorganicen como personas humanas y lo hagan a su beneficio; que el trabajo hay que aguantarse con lo que le venga a uno; que hay que dejarse ser competitivos y explotados no vayan a ponernos de patitas en la calle…; y así vamos como vamos, de mal en peor. Sin embargo, lo más saludable para todos, sería plantarse. Lo de hoy por ti y mañana por mí, tiene su fundamento y razón de vida.

Para vivir humanamente y crecer de verdad como personas, se precisan otros cultivos. Hace tiempo que precisamos de otras políticas, de otros valores más justos y verdaderos, de otras formas de pensar y de otros guías. En ocasiones se tiene más necesidad de respeto que de pan. Acto seguido hay que destapar la economía sumergida, que el trabajo es para la vida, no para ser un esclavo sin derechos. Nada ha de estar por encima de las personas humanas por muy pobre que uno sea. Además, todos nos merecemos una segunda oportunidad para descubrir lo que uno tiene dentro. En todo caso, el deber de trabajar y el derecho al trabajo que debiera ser un título natural, con más frecuencia de la debida, se desnaturaliza: por mayoría absoluta de los corruptos y por mayoría simple de los pasotas dirigentes. Qué pena de Estatuto.

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

La impunidad del aborto por Carmen Bellver


Muchos hemos hablado de lo mismo: la impunidad con la que se realiza el aborto en España. Se sospecha que incluso no se cumplen los tres supuestos previstos por la ley. Y va siendo hora de que se defienda la vida más débil. Queda bien postularse del lado de la víctima, en caso de violación, en caso de malformación, en caso de peligro de muerte. Todos esos casos son dramáticos y nadie puede exigir a otro lo que no es capaz de asumir por si mismo. Les confieso que todavía tengo mis dudas en el caso del peligro de muerte para la madre. Me monto yo sola un drama con este asunto y no soy objetiva ni valiente, lo sé y por lo tanto no voy a ponerme a juzgar a nadie. Pero resulta que la vida es vida desde el primer momento y si no existe conciencia de estar realizando un asesinato, mal podemos andar en cuestión de derechos humanos.
Hemos llegado a tal extremo que incluso Simone Veil, la ex ministra francesa de sanidad que introdujo la ley de despenalización del aborto en 1975, reconoce que la ciencia está demostrando la existencia de vida desde la concepción.
”Cada vez es más evidente científicamente que desde la concepción se trata de un ser vivo”, afirma la primera mujer en presidir el Parlamento Europeo de Estrasburgo entre 1979 y 1982. Sus comentarios han tenido lugar en el contexto del reportaje difundido por el canal de televisión «France 2», el 14 de junio, en el que se muestra cómo en España se realizan abortos hasta en el octavo mes de embarazo, informa la revista de prensa de la Fundación Jérôme Lejeune (
http://www.genethique.org).
En el documental, se ve a una periodista encinta de ocho meses a quien se le propone un aborto en una clínica privada de Barcelona por la suma de 4.000 euros.
Mientras en la Francia laica, es difícil encontrar un médico que no alegue objeción de conciencia, la católica España subvenciona incluso las píldoras abortivas del día después en los Centros de Salud.
La entrevista con Veil premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2005, deja al descubierto el proceder del Ministerio de Sanidad en nuestro país, que permite numerosas clínicas privadas abortivas. Y con ello tan sólo constato el hecho de que se está asesinando masivamente. ¿Podrán nuestros descendientes hablar de un genocidio pasivo promovido por sucesivos gobiernos en numerosos países?. Si hoy nos espanta conocer el holocausto o más recientemente los genocidios en Bosnia o Ruanda, nuestra postura occidental no puede ser más hipócrita. Se nos hace la boca agua hablando de derechos humanos, promoviendo miles de medidas y caemos en la incoherencia de facilitar el asesinato.
No puedo aprobar que se haya llegado a la frivolidad de considerar el aborto como una operación estética, algo que nos molesta y que podemos y debemos extirpar porque la ley lo permite. Creo que hemos llegado a un absurdo jurídico. Tratando de defender a la mujer de situaciones extremadamente inhumanas, se ha abierto la veda para la impunidad de un delito.

Pueden ustedes alegar lo que quieran, a mí cada día me verán más próxima a los antiabortistas. Es cuestión de sentido común.

lunes, 25 de junio de 2007

Ser vasija de barro por Claudio de Castro


Dentro de poco (el 3 de julio) cumpliré cincuenta años.
Es mucho tiempo.
La vida se me ha ido y la he disfrutado. He procurado vivir en familia, con mi esposa y mis cuatro hijos. En este lapso he sentido, siempre, la presencia de Dios y he sabido reconocer su amor y su protección paternal.
Tengo la costumbre de hacer propósitos para cada cumpleaños (que no siempre logro cumplir).
Este año, cuando cumpla cincuenta, me gustaría convertirme en una vasija de barro. Tosca y simple.
Una vasija para Dios.
Una vasija donde habite Dios.
Ser morada de Dios Y Llevarlo a los demás.
A menudo me preguntaba cómo hacerlo, y descubrí la respuesta en la Biblia.
“El que me ama, guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Juan 14, 21)
Esto es lo que buscaré, amarlo, guardar su Palabra para ser un sagrario vivo, agradable a Dios; donde Él pueda morar.
Después que cumpla medio siglo, ¿qué será de mí? ¿qué tiene el buen Dios planeado para su vasija de barro?
Será un cambio fuerte. Lo empezaré sin trabajo. Con el viento a veces en contra.
Me queda confiar y orar.
Soy un papá que ha visto crecer a sus hijos. Los oriento, les guío en sus pasos por la vida... y pienso que Dios con nosotros es mucho mejor, es un padre perfecto, todo amor y ternura. Por eso confiaré en su Palabra.
Lleno de esperanzas, inicio esta nueva etapa.
Me conformo con estar aquí, disponible para Él, para servirle con todo el corazón. Un corazón inquieto y agradecido.
Y tú, ¿qué me puedes regalar en mi cumpleaños? Tus oraciones.
Yo, a cambio, rezaré por ti, para que seas también, vasija de barro, vasija de Dios.