miércoles, 7 de noviembre de 2007

Cuando odiamos por Claudio de Castro


Hay muchas razones para odiar, pero hay más para perdonar.

He sabido de tantas personas a las que les hacen la vida imposible en el trabajo, un vecino que te fastidia, o alguien que te roba y arruina tu negocio.

Hace poco supe de este ejecutivo al que despidieron de la empresa en que laboraba. Sus propios compañeros de trabajo, sus amigos, malintencionados, fueron los que le hicieron el daño, hablando mal de él, sembrando insidias y desconfianza.

Salió de la empresa con un nudo en el alma, desgranando sus malos deseos, preparando la venganza perfecta. Odiaba, con todo lo que se puede odiar. Así pasó tres días, sin poder perdonar lo que le hicieron. La mañana del último día despertó con un fuerte dolor en el pecho. Una ambulancia lo llevó al hospital. Estaba sufriendo un ataque al corazón. El Doctor que lo atendió, al saber por lo que pasaba le advirtió:
“o usted perdona, o se muere”.
Y él, resignado, respondió: “perdono”.

Escogió la vida y perdonó.

Cuando te animes a perdonar y no sepas cómo hacer, o dónde empezar, te recomiendo consultar al que mejor lo ha sabido hacer: Jesús.

Visítalo en el Sagrario y dile: “Ayúdame Jesús”.

Te aseguro que el cambio será inmediato. Lo he visto cientos de veces. Jesús es tan bueno que no te dejará marchar sin una respuesta suya.

Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (Mt 18, 21-22).



Vale la pena hacerlo.

La verdad es que vivir odiando es lo mismo que no vivir. Porque no disfrutamos nada. Es mejor perdonar y recuperar la alegría, la esperanza, la ilusión de cada mañana.

Perdonar y ser perdonados.

TRAS EL SUEÑO, SOY

Hoy me he propuesto levantar castillos
de amor a cada paso,
mañana estoy dispuesto a seguir
ganando tiempo para descender
a los cimientos del alma,
al día después espero ser un obrero
de la paz en el primer batallón de la vida.

Vivir alentando sueños
y alimentando metas alivia el camino,
porque tras los deseos vive la esperanza.

Esperanza es el raíl de la libertad,
el único tren verdaderamente importante
que no debemos perder ni bajarnos de él.

No lleguemos tarde,
que el tiempo es el sueño que nos nace,
lo que somos en verdad, lo que soy
y nos sostiene en la eternidad del movimiento.


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

HACER NUESTRO EL PATRIMONIO HISTÓRICO


Que los Ministerios de Fomento y de Cultura, en lo que va de legislatura, hayan destinado unos cuantos millones de euros para la recuperación del patrimonio histórico, hay que reconocer que es una buena noticia. Su conservación es, en sí mismo, un bien y un acto de justicia, en cuanto que todos podemos disfrutar de la belleza gestada en el tiempo, algo que a todos nos pertenece y que debemos de dejar en heredad a las generaciones venideras. Los frutos de la fuerza creativa del genio humano, sin duda, son la nívea lección de un mensaje que, a veces, trasciende la realidad y que, sin duda alguna, nos puede acompañar a descubrir raíces y a describir sentimientos.

Sería bueno, pues, que se incrementaran los fondos del 1% cultural a favor de una hacienda fructífera y diversa. En ocasiones, las propiedades son espacios y lugares privilegiados, donde ha germinado la verdadera sabiduría que narra la historia del ser humano, a través del esfuerzo de cuantos han buscado la huella de la belleza en los bosques de la creación y en la intimidad de sus silencios. Otras veces, son museos en los que se transmiten mundos pasados, espiritualidades o costumbres. Se trata de vernos en esa memoria del pasado, reflexionarla y proteger el caudal de abecedarios que nos irradian. Por ello, pienso, que es preciso trabajar en esta línea de recuperación de lo que es el capital de nuestra memoria histórica antes de que sea demasiado tarde.

Junto a una mayor aportación económica de las instituciones del Estado, creo que se debe activar el interés ciudadano por salvaguardar el patrimonio histórico-artístico. La ciudadanía, toda ella, ha de dar valor y vida al valor histórico, cultural, estético, afectivo, religioso, que nos entronca a nuestros antepasados. Hay que hacer ver, e incluso mejor comprender, a los visitantes que se acercan a la memoria histórica a través de las artes, que lo que se les ofrece es parte de su misma existencia, son vivencias de nuestros antecesores. Seguro que cuando el individuo se ve inmerso en la propia cultura le despertará también el deseo de amparar, sostener, defender, doquier bien histórico-artístico de su entorno.

Seguir promoviendo la cultura de la tutela jurídica de dicho patrimonio, trabajando con espíritu de colaboración tanto instituciones como ciudadanos, es un signo de contribución a que las páginas de la historia no se borren. El abandono es un retroceso a nuestra cultura, o lo que es lo mismo, a nuestra identidad. El pasado cultural, el patrimonio de la energía del pensamiento y de las manos de generaciones lúcidas animadas por el espíritu de sorprenderse y sorprendernos, bajo el asombro de la hermosura, es el fundamento de lo que somos. Desperdiciar estas lecciones de gracia, sería mezquino por nuestra parte. Por consiguiente, si toda inversión en cuidar el patrimonio es una necesidad, no menos exigencia vinculante es la implicación de la propia ciudadanía a lo que es el principal testigo de nuestra contribución histórica a la civilización universal.


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

Artículo escrito día 7 octubre de 2007