jueves, 6 de abril de 2006

“Al morir, destruyó nuestra culpa, y al resucitar, fuimos justificados” - Domingo de Ramos en la Pasión del Señor


El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor abre la Semana Santa, la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. En la Liturgia de este domingo se unen la memoria de la entrada de Cristo en Jerusalén, donde fue aclamado como Rey y como Mesías, y el anuncio del misterio de su Pasión. Cristo es el “Hijo de David”, saludado como “el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel”, y el siervo doliente, profetizado por Isaías, aquel que no ocultó “el rostro a insultos y salivazos” (cf Isaías 50, 4-7).
La Iglesia nos invita a contemplar el anonadamiento del Salvador, que se hace hombre, y que muere en la cruz: “se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”, escribe San Pablo (cf Filipenses 2, 6-11). Su muerte es ejemplo supremo de humildad y obediencia. Frente a Adán, que siendo hombre ambicionó ser Dios, Jesucristo, siendo Dios, “se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
Jesucristo nos ha asumido a cada uno de nosotros, a toda la humanidad, desde el alejamiento con relación a Dios causado por nuestro pecado, hasta el punto de exclamar, en nombre nuestro, en la Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Salmo 21; cf Catecismo de la Iglesia Católica, 603).
Son nuestros pecados el motivo de la Pasión del Salvador: “los demonios no son los que le han crucificado – afirmaba San Francisco de Asís -; eres tú quien con ellos lo has crucificado, y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados”. En su muerte se plasma el misterio de la redención, de nuestro rescate de la esclavitud del pecado.
“Al morir, destruyó nuestra culpa, y al resucitar, fuimos justificados” (Prefacio del Domingo de Ramos). Que no seamos espectadores impasibles ante el drama de la Cruz, sino, como la Virgen María, la Madre de los Dolores, creyentes que contemplan en la muerte del Señor el comienzo de la Vida. Amén.
Guillermo Juan Morado

lunes, 3 de abril de 2006

Tocados por el Amor de Dios


A menudo me preguntan el por qué.
Por qué siendo padre de 4 hijos y casado con Vida, una esposa maravillosa, dedico mis horas libres a escribir de Dios.
¿Por qué lo haces?
Justamente porque he descubierto que Dios es un Padre extraordinario. Todo ternura. Todo Amor.
Como padre de familia, expuesto a los problemas cotidianos de los que trabajamos para llevar el pan a la casa, lo sé bien... nada podemos sin Dios.
Somos como frutos que maduramos para Dios.
Él nos ha bendecido con una familia. Veo en mis hijos su amor inmenso.
Descubro su ternura y no dejo de maravillarme por esto.
Dios penetra lo más profundo de nuestro ser.
Nada hay que podamos ocultar.
Somos un libro abierto ante su presencia. Todo lo sabe. Todo lo ve.
Suelo pensar: “Si yo, que soy un padre lleno de defectos, perdono a mis hijos, les amo, los abrazo, los cuido... cómo será con Dios que es un Padre perfecto, todopoderoso, lleno de Amor....
Amigo… esto es una maravilla.... Dios nos ama. No me canso de gritarlo: "Dios es nuestro Padre”
Por eso disfruto tanto cuando rezo el Padre nuestro. Digo la palabra “Padre” y me quedo, como pensativo, sumergido en su Amor, contemplando a mi Padre celestial.
Padre mío, Padre tuyo, Padre nuestro.
Me siento tocado por la bondad y la misericordia de nuestro Dios.
Me siento amado profundamente.
¿Cómo no amarlo, si Él me amo primero?
¿Cómo no pensar en Él, si pensó en mí desde la eternidad?
¿Cómo no escribir y contar sus maravillas?
Gracias Señor, por ser mi Padre.
Gracias por amarnos, como nos amas.
Eres el mejor.
Nadie hay como Tú.
Claudio de Castro

La ley del embudo, el babel de lenguas y la deshumanización de los derechos


El flamante ganador del Premio Nacional de la Crítica 2005, el poeta Eloy Sánchez Rosillo, cree que “la poesía, a largo plazo, puede llegar a humanizar al ser humano”. Lo malo es que el pueblo, que escribe a diario sus propias poesías, no se toma en serio la palabra y pasa de poetas y versos. El que no posee sonantes bienes, en vez de cantares, queda excluido. Es un marginal. Todo se mueve alrededor del individualismo competitivo insolidario, la chispa que nos fragmenta social y culturalmente. Poco importa la meditación poética, la poesía vivida con autenticidad, el ejercicio moral del verbo, sí –como dijo el literato- vivimos sin advertir que vivimos. Ciertamente, hay mucho ruido que nos distrae, mucha intrascendencia que nos dispersa. Lo de acercarse a la vida en su sentido más profundo, es decir, en un estar ligero de equipaje, es para los poetas que viven en la poesía, o sea en minoría. De vez en cuando nos damos cuenta que existimos y buscamos ese latido que nos reanime y despoje de tantas dimensiones inhumanas que soportamos a diario.
La vida, a la que todos pertenecemos y nos pertenece, lleva consigo un alma; unos derechos de existencia para todos y por todos. La desgracia reside en que algunas personas todavía se mueren sin conocer, o sin poder saborear la universalidad e indivisibilidad que supone llevarse a los labios, libertades y justicias verdaderas. Hay embriones humanos a los que no se les permite ni respirar, incluso reciben una tutela legal menor de la que se les otorga a los embriones de ciertas especies animales protegidas. Lo humano, como lo poético, vale bien poco. Son las contrariedades de la familia humana que se deshumaniza a pasos agigantados, con correrías de odios y venganzas por doquier. Lo de hacerse benigno es de soñadores, de poetas como Eloy Sánchez Rosillo; como si la humanización fuese un ritmo a cultivar en exclusiva por los corazones sensibles.
El patio de la existencia no puede ser más desolador. Gobiernos democráticos que se ahogan en la corrupción. Políticos haciendo carrera como víboras trepadoras. Poderes abrigados con una legión de normas que nos vuelven anormales. Ahí está lo último. Lo que es tan bestial como inaceptable, producir un “bebé-medicamento”, o sea un humano que pueda actuar como donante compatible para curar a otro hermano suyo enfermo ¿Qué supresión de pena de muerte es esa que no protege a los no nacidos? Claro, éstos no votan. Pero una sociedad que no hace justicia con aquellos que no tienen voz, es como el joven caprichoso que tira piedras al cielo, al final una le cae encima y lo manda al otro barrio en menos que canta un gallo.
Sin duda, debemos preocuparnos y ocuparnos más por la coherencia de hacer vida en una patria globalizada. Lo de sacar menos pecho y más corazón es un buen poema para empezar. No se puede seguir instalado en el permisivismo moral, puesto que destruye convivencias, destierra el sentido del auténtico bien común y nos vuelve ciegos de entendimiento. ¿Debemos rendirnos ante una cultura utilitarista como la presente, que, mientras parece exaltar al ciudadano le roba su dignidad humana? Asistimos a la necedad de tantos parlamentos y a las presiones y ambigüedades de toda índole, que a veces se llega a dudar en qué pueblo reside la soberanía y si el humano, en su afán de ser poderoso, pierde conciencia y razón, lenguajes y semánticas.
En asunto de lenguas, la torre de lo irracional es bien grande. Algunos ejemplos recientes ponen en entredicho la ley de leyes, el texto constitucional madre de todas las concordias del Estado español. Comprenderá el lector que estas extravagancias me saquen de quicio. Dice la constitución que nos gobierna, o que debe gobernarnos por su vigencia, que “el castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”. La alarma de unos padres ha propiciado que Convivencia Cívica Catalana lleve al Parlamento de Cataluña una iniciativa legislativa popular en defensa de la enseñanza en lengua materna y el bilingüismo escolar. En la situación actual sólo los niños catalanohablantes reciben sin ningún obstáculo, y sin que tengan que solicitarlo sus padres o tutores, la totalidad de la enseñanza en su lengua materna, mientras que los castellanohablantes, en el caso de que lo soliciten expresamente, obtienen, en el mejor de los casos y en la primera enseñanza, lo que se denomina “atención individualizada”. Oiga, que eso no es lo que dice la constitución. Que unas familias tengan que pedir derecho a un derecho que es Preliminar en un Estado de Derecho, me parece de lo más absurdo y de lo más necio.
Al final, con tanto desaguisado de incumplidos, cuando los que mandan pierden la vergüenza y, en consecuencia, los que obedecen pierden el respeto, creo que es bueno retornar al sentido común, que no es otro que aquel que considera la pluralidad y la singularidad de cada persona. Pienso que la vuelta a la palabra dada (al estatuto de la verdad) contiene fermentos y estímulos que nos ayudan a esa búsqueda común de signos lingüísticos, donde el ser humano (nacido o no nacido) sea lo más importante y fundamental. La primacía de la persona sobre todo lo demás y la humanización de las estructuras sociales debiera ser el título preliminar de toda ley, de todo poder. La cultura en su culto de autenticidad y la actividad creativa en su cultivo de lucidez, estimo que es una buena manera de hacernos ver más allá de la realidad material que nos circunda. El camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio, son como los andares del poeta que se interroga a sí mismo. Es cuestión de verse en la poesía y de renovarse con la libertad debida, con la justicia deseada, con la igualdad que nos da el sol que sale al amanecer en todas las tierras y para todos los humanos. Salga la humanidad a humanizarse y el caracol del mundo será de la poesía y de los poetas. Nos hace falta.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

El Gemido de la Esperanza


- Dios, prometiéndose, despierta nuestra esperanza, abre nuestras vidas, rompe nuestros límites. "Aquello que me diste el otro día" nos atrae con fuerza y nos pone en camino.
- La esperanza nos hace pobres, nos desviste de riquezas que ocupan nuestro corazón; nos adentra en la novedad. "Claro está que este caminante no podría venir a nuevas tierras, ni saber más de lo que sabía antes, si no fuera por caminos nuevos nunca sabidos, y dejados los que sabía" (San Juan de la Cruz).
- Todo el camino es ruptura de un presente siempre insatisfactorio, por insuficiente, "me dejaste con gemido", y tensión hacia un futuro, con sabor a verdad y belleza, que se quiere "ya". Somos seres en esperanza.
- Nosotros gemimos en nuestro interior. El Espíritu nos enseña a formular nuestra esperanza: que se manifieste en plenitud lo que es ser hijos de Dios (cf Rom 8,23). En un mundo confuso, donde no siempre vemos claro lo que conduce al reino de Dios, vivir la esperanza se parece a un parto difícil. En muchos momentos sólo tenemos a nuestro favor la fidelidad de Dios.
- La esperanza nos hace escuchar y acoger los gemidos de todos los tiempos, la historia dolorosa de la humanidad, la esperanza de los sin esperanza, para saltar con ellos toda barrera; de este modo, el gesto esperanzado recorre todos los vericuetos de lo humano. Tanto el dolor, como la felicidad, los momentos de plenitud, como los de hundimiento y fracaso, pueden contener gérmenes de esperanza.
Agustín Fernández Buj