miércoles, 30 de mayo de 2007

CUANDO LA VIDA TE GOLPEA


Ayer perdí mi trabajo.
Después de muchos años, dejaron cesante mi puesto.
Es una noticia dolorosa para cualquiera, sobre todo cuando tienes una familia que depende de ti.
Ante esta disyuntiva se te abren dos caminos: la desesperación, el temor y la angustia; o la confianza plena en Dios.
Yo escojo la confianza.
Me hace pensar en estas palabras Papa Pablo VI: “Y luego, finalmente, un acto de buena voluntad: no mirar más hacia atrás, sino cumplir con gusto, sencillamente, humildemente, con fortaleza, como voluntad tuya, el deber que deriba de las circunstancias en que me encuentro.
Hacer pronto. Hacer todo. Hacer bien. Hacer gozosamente, lo que ahora Tú quieres de mí...”.
Siento que Dios camina con su mano levantada. En la palma me tiene a mí y también tú estás allí.
Nos tiene a todos, sus hijos. Y nos cuida amorosamente.
Por eso hemos dejado de andar.
Ahora Dios nos lleva, donde quiera llevarnos, y nos deja, donde desee dejarnos.
Nos hemos abandonado en su voluntad, que es perfecta y siempre es lo mejor.
He optado por confiar.
Confiar en su gracia.
Confiar en su amor infinito y tierno.
También he pasado horas de intimidad con el buen Dios, en medio de la oración. Sobre todo con ésta de santa Teresa y experimento la fuerza de sus palabras y la paz interior que provoca la cercanía de Dios.

Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene Nada le falta: Sólo Dios basta.

Claudio de Castro

LA UNIÓN MEDITERRÁNEA: ¿MÁS DE LO MISMO?


Ante el resquebrajamiento de Europa, han surgido voces autorizadas a favor de la creación de una Unión Mediterránea cohesionada. En principio, la idea me parece buena y puede ser una salida para seguir avanzando, puesto que cualquier poder si no se basa en la unión, es débil. Endeble es la Unión Europea que, hasta el momento, ha sido incapaz de unir a todos los europeos. Bajo este precedente, habrá que atar muy bien todos los cabos para no caer en las mismas dificultades. Es cierto que se parte con una ligera ventaja, pero sólo en un mundo sincero, que se crea lo que se dice, facilita la alianza. Ensamblados por un mar que ha propiciado una cultura que nos engarza e identifica, tiene su punto de encuentro. Ahora bien, no podemos dejar a un lado las convicciones éticas y los valores comunes de libertad, democracia, respeto a los derechos humanos e igualdad.

La Unión Mediterránea sí, pero unida a la familia de países europeos, con más fuerza si cabe, para todos trabajar juntos. La desunión, o la unión parcelaria, es un mal acuerdo. No debemos olvidar que la Unión Europea debe ser un todo, singular y único. Somos un continente con muchas tradiciones y con lenguas distintas, esto también nos enriquece. Podemos tener visiones diversas, pero hay que promover la unidad dentro del respeto a la diversidad, con un espíritu de solidaridad y amplitud de miras. Si fomentamos otras uniones y seguimos, en más de lo mismo, avivando egoísmos en vez de amor, resultados económicos en lugar de generosidad, subordinando los valores a las necesidades del sistema y a sus diabólicas promesas de futuro, la coalición será imposible. La cuestión no es tanto el menor número de países, la homogeneidad cultural, como la consideración hacia la persona en su dignidad humana.

Vivimos en un momento de grandes riesgos, pero también de grandes oportunidades. Tanto la posible Unión Mediterránea como la Unión Europea puede ser una ocasión propicia para la convivencia. Europa será más fuerte, sin duda, en la medida en que todos trabajemos en la misma dirección. A mi juicio, pienso que para conseguir esa orientación justa necesitamos poseer una moral pública; una moral con la que todos nos identifiquemos y sea valor de uso, que sepa responder a los caprichos de los poderosos, a las amenazas que se ciernen sobre la existencia de todos nosotros.

Tampoco habrá uniones sanas y duraderas bajo la sombra de la contrariedad. Europa no puede ser una contradicción. Por un lado, se habla de la libertad como un valor fundamental que lo mide todo y las discriminaciones son descaradas. Lo cierto es que cada día somos un poco menos dueños de nuestra propia vida. A veces nos da la sensación que sólo nos queda la libertad soñada. En cualquier caso, la idea de una unión Mediterránea englobada en una Europa consolidada, creo que ha de pasar de ser un sueño en las mentes de filósofos y visionarios, a ser una realidad con una sola voz; donde, por supuesto, todas las voces, incluidas las de los Estados del Mediterráneo, sean oídas. Desde luego, en la construcción de ese hogar común europeo todos necesitamos de todos.

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

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