CUANDO LA VIDA TE GOLPEA

Ayer perdí mi trabajo.
Después de muchos años, dejaron cesante mi puesto.
Es una noticia dolorosa para cualquiera, sobre todo cuando tienes una familia que depende de ti.
Ante esta disyuntiva se te abren dos caminos: la desesperación, el temor y la angustia; o la confianza plena en Dios.
Yo escojo la confianza.
Me hace pensar en estas palabras Papa Pablo VI: “Y luego, finalmente, un acto de buena voluntad: no mirar más hacia atrás, sino cumplir con gusto, sencillamente, humildemente, con fortaleza, como voluntad tuya, el deber que deriba de las circunstancias en que me encuentro.
Hacer pronto. Hacer todo. Hacer bien. Hacer gozosamente, lo que ahora Tú quieres de mí...”.
Siento que Dios camina con su mano levantada. En la palma me tiene a mí y también tú estás allí.
Nos tiene a todos, sus hijos. Y nos cuida amorosamente.
Por eso hemos dejado de andar.
Ahora Dios nos lleva, donde quiera llevarnos, y nos deja, donde desee dejarnos.
Nos hemos abandonado en su voluntad, que es perfecta y siempre es lo mejor.
He optado por confiar.
Confiar en su gracia.
Confiar en su amor infinito y tierno.
También he pasado horas de intimidad con el buen Dios, en medio de la oración. Sobre todo con ésta de santa Teresa y experimento la fuerza de sus palabras y la paz interior que provoca la cercanía de Dios.
Después de muchos años, dejaron cesante mi puesto.
Es una noticia dolorosa para cualquiera, sobre todo cuando tienes una familia que depende de ti.
Ante esta disyuntiva se te abren dos caminos: la desesperación, el temor y la angustia; o la confianza plena en Dios.
Yo escojo la confianza.
Me hace pensar en estas palabras Papa Pablo VI: “Y luego, finalmente, un acto de buena voluntad: no mirar más hacia atrás, sino cumplir con gusto, sencillamente, humildemente, con fortaleza, como voluntad tuya, el deber que deriba de las circunstancias en que me encuentro.
Hacer pronto. Hacer todo. Hacer bien. Hacer gozosamente, lo que ahora Tú quieres de mí...”.
Siento que Dios camina con su mano levantada. En la palma me tiene a mí y también tú estás allí.
Nos tiene a todos, sus hijos. Y nos cuida amorosamente.
Por eso hemos dejado de andar.
Ahora Dios nos lleva, donde quiera llevarnos, y nos deja, donde desee dejarnos.
Nos hemos abandonado en su voluntad, que es perfecta y siempre es lo mejor.
He optado por confiar.
Confiar en su gracia.
Confiar en su amor infinito y tierno.
También he pasado horas de intimidad con el buen Dios, en medio de la oración. Sobre todo con ésta de santa Teresa y experimento la fuerza de sus palabras y la paz interior que provoca la cercanía de Dios.
Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene Nada le falta: Sólo Dios basta.
Claudio de Castro
Claudio de Castro