jueves, 10 de mayo de 2007

EL TAXISTA DE DIOS por Claudio de Castro


El buen Dios suele tenernos sorpresas inesperadas en el camino. Nos acompaña siempre y nos cuida.
Mi mamá lo experimentó hace dos días.
Estaba en un supermercado y se sintió un poco indispuesta.
Salió para buscar un taxi que la llevara a su casa y encontró una fila enorme de personas que también esperaban uno. Entonces...

Le dije a Dios:
— Mándame un taxi que sea tuyo.
En eso un taxi que estaba al fondo pasó recto junto a la multitud y se detuvo frente a mí.
— ¿A dónde va? — me preguntó el taxista, bajando la ventana.
— A la barriada El Carmen.
— Venga suba. Yo la llevo.
— Señor — le dije — usted es muy afortunado, porque es un hombre de Dios. Su taxi le pertenece a Dios. Acabo de pedirle a Dios que me mandara un taxi de los suyos. Y, de repente, llegó usted.
El taxista me miró impresionado.
— Señora, — me comentó —no sé por qué, sentí el impulso de avanzar. No recogí a ninguno de los que estaban antes. Vine directo donde usted.
Entonces sonrió.
— Mire lo que dice en la puerta—, dijo emocionado.
Al lado mío, en la puerta, había un letrero grande que decía:
“Este Taxi es de Dios”.

¿POR QUÉ NO TODOS CON TODOS?


Un grupo de pantojistas, me imagino, han parido una web, entre lo poético y lo cotilla, con la que pretenden canalizar un movimiento ciudadano de apoyo a la tonadillera, imputada en Marbella por un presunto delito de blanqueo de capital. Todos con la Pantoja. Esto, no crean, tampoco es nada nuevo. Siempre se nos ha dado muy bien a los humanos ponernos al lado del frondoso árbol del poder, haciendo gala del popular dicho que: “a quien buen árbol se arrima mejor sombra recibe”, pero esta nueva movida a favor de alguien que no está en su mejor momento, cuando menos me causa asombro ¿Será fiebre por un día o irán en serio? Cuidado, ojo al parche: ¿Haber si hacen huelga de hambre todos los pantojistas y se cargan el estado del bienestar? Que no quede piedra sin mirar, el poder de los euros hace milagros. No todos los españoles pueden jugar a sus divertimentos con pólvora ajena, ni pueden tirar de cartera y no resentirse su economía.

Confieso que a mi lo de la Pantoja es una anécdota. Lo verdaderamente importante es que el Estado de Derecho funcione, se devuelva lo robado al pueblo con los intereses y plusvalías debidas, y en esto, si estemos todos con todos y contra los corruptos que sustraen nuestra economía en detrimento de las políticas sociales. Los costos recaen en todos los ciudadanos, de manera especial sobre los más débiles a los que no se les puede socorrer por falta de recursos. Este es el gran problema, añadido a otros fermentos de degeneración y vicio total, puesto que la corrupción suele también vincularse con el tráfico de estupefacientes, el reciclaje de dinero sucio, el comercio ilegal de armas y con otras formas de criminalidad.

Hay que estar todos con todos y dar un buen escarmiento al corrupto. Sobre todo para frenar el contagio. Los caudales, las arcas municipales, los fondos, divisas y demás tesoros de la Hacienda pública, han de estar en buen recaudo para darles el uso debido. En los últimos tiempos, la proliferación de los casos de corrupción política ha sido tan descarada, que la influencia negativa entre políticos y políticas, gobernantes y gobernados, es bien palpable en la calle, lo que empieza a generar una vox populi de creciente desconfianza respecto a organismos e instituciones públicas, a la vez que un menosprecio de los ciudadanos por sus representantes. No es de recibo cruzarse de brazos ante el hecho corrupto, es un hecho muy grave que pone en entredicho el sistema democrático y deforma el noble servicio de hacer política, en la medida que salta a la torera el principio fundamental de la legalidad.

La legalidad es para todos y con todos, un verdadero bien común que hay que promover adecuadamente, con destino a la ciudadanía. Hay que poner de moda la cultura legal, premiarla o incentivarla para ganarle la batalla a lo podrido, putrefacto y corrompido. En todo caso, considero que en esta lucha contra la corrupción es muy saludable, justo y necesario, que las responsabilidades de los hechos ilícitos salgan a la luz, aunque se convierta en mediático, y que los culpables sean castigados, sin miramientos, con formas ejemplarizadoras a la vez que reparadoras del daño causado. Los jueces que no lo tienen nada fácil, hay que dejarles trabajar en lo suyo, o sea, en devolver la legalidad donde no la hubiese. Torpedear la justicia es otra corrupción más.

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net