viernes, 27 de octubre de 2006

Sobre la confianza

¿Qué le gusta a Dios?
Que confiemos.
Dios se pone feliz cuando confiamos en Él.
Si tan solo confiáramos un poquito más,
tendríamos más serenidad, más presencia de Dios en nuestras vidas.


Claudio de Castro

jueves, 26 de octubre de 2006

El español como activo cultural


Se anuncian encuentros orientados a promover y difundir el idioma español como lengua universal de cultura e instrumento generador de riqueza ante el vertiginoso proceso de globalización que se vive en nuestros días, en el que otras áreas lingüísticas pugnan por ocupar posiciones cada vez más influyentes. Está muy bien todo eso, pero creo que antes deberíamos asegurarnos de que todos los españoles conocen nuestra propia lengua madre y se le permite usarla; puesto que el castellano, hoy por hoy, es la lengua española oficial del Estado. ¿Cómo se entiende, pues, el retroceso que está experimentando la enseñanza de nuestro idioma español, o la leve utilización en planes educativos, sobre todo en las comunidades autónomas donde comparte oficialidad?

Para empezar, como el que más, yo también estoy de acuerdo que la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que ha de ser objeto de especial respeto y protección; pero en la misma línea, o si cabe más, porque así –mal que nos pese- constitucionalmente se subraya al situar el castellano como lengua oficial. En consecuencia, debe apasionarnos transmitir nuestro idioma de manera sólida y decidida, sin complejos. De lo contrario, habría que modificar el artículo 3 de la Constitución. A veces, me da la sensación de que el problema lo tenemos en nuestra propia casa, al ver que la presencia del español no es verdaderamente real en nuestro territorio nacional. Si tomásemos todos los españoles como nuestro el castellano, que no lo tomamos porque también pesan mucho las lenguas de las Comunidades Autónomas, quizás no harían falta tantas proclamas exportadoras, ni tampoco tantos relumbrones actos; que, por otra parte, suelen quedarse en nada. Con nuestro testimonio sería suficiente.

En todo caso, pienso, que nos hace falta avivar nuestra propia lengua, como también las respectivas de las Comunidades autónomas. Unas no deben ensombrecer a las otras. Ahí radica la fatalidad. Todas forman parte de nuestras raíces y, como tales, han de tolerarse. Resulta absurdo este tipo de guerras. Es verdad, a mi juicio, que estamos descuidando la enseñanza de las lenguas y de las literaturas. Creo que sería fructífero que los programas educativos prestasen más atención a nuestras letras, estén escritas en castellano o en otras lenguas, lejos de cualquier ambiente de represión y coacción. Ahora, lo fundamental, es que la lengua cervantina genere diálogo y libertades, convirtiéndose en una lengua viva internacional que nos una a todos. En apoyar ese carro, debemos ir todos los españoles a una. Al final, fruto de esa unidad donde también se reconoce la autonomía de las nacionalidades y regiones, todos salimos ganando, puesto que todos somos beneficiarios del activo espiritual que es el idioma español.


Víctor Corcoba Herrero / Escritor
corcoba@telefonica.net

lunes, 23 de octubre de 2006

“Novena a Nuestra Señora de la Salud”

Es mi segunda incursión en el “género”. Me refiero a las “novenas”, una expresión devocional de la fe de los fieles católicos. Durante nueve días; los nueve días que preceden a la celebración de una fiesta o de una solemnidad, es tradicional contemplar diversos aspectos del misterio que se conmemora, pidiendo al Señor, por la intercesión de la Virgen o de los santos, un don, una gracia.
Mi primer ensayo de este tipo ha sido una Novena al Sagrado Corazón de Jesús, que ha salido en castellano y en catalán, editada por el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona (Colección “Celebrar”, n. 71, Barcelona 2006; primera edición en enero de 2006 y reimpresión en mayo de 2006), y que, muy pronto, aparecerá también en lengua gallega. El segundo, lo constituye la Novena a Nuestra Señora de la Salud, de la Editorial CCS (Central Catequística Salesiana), en su colección “Mesa y Palabra”.
El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia se refiere, explícitamente, a los “triduos, septenarios y novenas marianas”: “Triduos, septenarios, novenas, pueden constituir una ocasión propicia no sólo para realizar ejercicios de piedad en honor de la Virgen, sino también pueden servir para presentar a los fieles una visión adecuada del lugar que ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia, y la función que desempeña” (Directorio, 189).
“Una ocasión propicia”. De eso se trata. De aprovechar las “ocasiones propicias”. En vano nos empeñaremos en buscar situaciones improbables de evangelización si despreciamos las que tenemos a nuestro alcance; entre ellas, las vinculadas con la piedad popular. Se impone una tarea de revisión y de actualización: “Los ejercicios de piedad no pueden permanecer ajenos a los progresivos avances de la investigación bíblica y teológica sobre la Madre del Salvador, es más, se deben convertir, sin que cambie su naturaleza, en medio catequético para la difusión y conocimiento de los mismos” (Directorio, 189).
El punto de referencia inexcusable sobre el papel de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia lo constituye el capítulo VIII de la constitución “Lumen gentium” del Concilio Vaticano II. En este importante texto magisterial, se expone la función de la Bienaventurada Virgen en la historia de la salvación; la relación existente entre la Santísima Virgen y la Iglesia; se recuerdan los principios que han de regir el culto de la Santísima Virgen en la Iglesia; y se concluye con una enseñanza sobre María, señal de esperanza segura y de consuelo para el Pueblo de Dios en marcha.
Los triduos, septenarios y novenas, además de ayudar a la catequesis, a la formación en la fe, han de servir para impulsar la vida cristiana de los fieles: “Triduos, septenarios y novenas, servirán para preparar verdaderamente la celebración de la fiesta, si los fieles se sienten movidos a acercarse a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía y a renovar su compromiso cristiano a ejemplo de María, la primera y más perfecta discípula de Cristo” (Ibidem).
En este espíritu, he escrito la Novena a Nuestra Señora de la Salud. Para cada día se ofrece, entre otros elementos, una lectura bíblica, una reflexión catequética, unas preces y una oración final, seleccionada de entre las muchas que la Liturgia nos propone.
En relación con la salud y la enfermedad, María emerge como “Salus infirmorum”, “Salud de los enfermos”. Ella nos dio a Cristo, nuestro Salvador, nuestra Salud. Que Ella ruegue por nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén.
Guillermo Juan Morado.