jueves, 26 de abril de 2007

La distinción de clases


Un Consejo Pontificio nos pone en alerta, porque esto de la educación puede que todavía sea una distinción de clases, algo que venimos arrastrando desde Confucio, advirtiendo sobre el eficaz valor de la instrucción, a la que consideran un factor saludable para la paz y, en consecuencia, apuestan porque debe ser algo que ha de ser tomado por todos los sectores de la sociedad, quizás pensando en cosechar respiraciones más virtuosas que las del momento actual. En vista de lo visto, cristianos y budistas convienen educar a las comunidades a vivir en armonía. Desafío que es de agradecer cuando el volante de la maquinaria social le importa un bledo todo aquello que no sea productividad y productivo. El tanto tienes, tanto vales; o el tanto produces, tanto me interesas, se ha convertido en moneda que abre todas las puertas por muy animal que sea la bestia.

Estoy de acuerdo de que la educación, más que cualquier otro recurso de origen humano, es el gran igualador de las sociedades. Desde luego, para convivir se precisan otros talentos menos altaneros, puesto que todos hemos de aprender de todos, también de sus creencias para superar prejuicios e incomprensiones. Ciertamente, la educación es un asunto de capital importancia, sin embargo tengo mis dudas que así se considere, puesto que sería entonces más fácil consensuar los valores a transmitir. De hecho, sostengo mis reservas sobre las generaciones que ahora están madurando, si ven reforzado con los actuales planes de estudio, esencias de vida como puede ser el respeto, la acogida, la justicia, la igualdad…; porque no sólo ha de ser transmitir conocimiento, hay que también preservar valores sociales conciliadores.

A mi juicio, educar no es dar carrera para vivir bien, sino templar el alma para convivir mejor. Y para este tipo de educación, que es a la que todos debemos aspirar para nuestros hijos y para nosotros mismos, no puede existir la distinción de clases, que todavía prolifera, en la medida que el sistema de becas aún actualmente es deficitario y no cubre en su totalidad el gasto para que se garantice la verdadera igualdad de oportunidades. Por otra parte, para dar un futuro a las nuevas generaciones, es fundamental que la educación se entienda como algo integrador e integral y se extienda a todos los ciudadanos. Si de lo que se trata es de formar seres aptos para convivir con la diversidad, de gobernarse a sí mismos, hay que proporcionar una educación participativa lejos de todo partidismo.

Las barreras educativas no tienen sentido. Un pueblo culto siempre avanza. Pues hay discriminaciones mal que nos pese. Hay distinción de clases porque la calidad de la educación no es la misma en unos centros que en otros. Hay distinción de clases porque tampoco se garantiza una igualdad efectiva de oportunidades, a veces faltan esos apoyos necesarios para realizar master universitarios que capacitan para la realización profesional. Hay distinción de clases porque en muchas comunidades falta una intervención educativa compensatoria para aquellos estudiantes que viven en condiciones socioeconómicas desfavorables. En educación, a mi manera de ver, hay muchas deudas sociales y pocos haberes, a pesar del caudal de legislaciones que cada gobierno aviva. En todo caso, podemos tener las mejores normas, pero si luego no se libra presupuesto para llevar a cabo la aplicación de la ley de bien poco sirve.

Además, por si fuera poco el descontento y el descontrol, resulta aborrecible esa avaricia competitiva que tienen los que creyendo que saben algo, no procuran la transmisión de esos conocimientos con menor costo. Y lo que aún es más vil, que la educación superior, que exige especialización de cursos de todo tipo, sumamente gravosos, sea una formación para cierta élite a la que no pueden acceder jóvenes en condiciones económicas precarias. Son asignaturas pendientes de ayer y de hoy, de todos los gobiernos españoles, esperemos que no lo sean de mañana. Una vela por la educación sin distingos ni distinciones.

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

domingo, 22 de abril de 2007

PARA QUE NADA NOS SEPARE QUE NADA NOS UNA


Esto de guardar las distancias, para mostrar las diferencias, parece que se ha puesto de moda. Ya lo refrendó, en su tiempo, el poeta chileno Pablo Neruda, con el sabio verso: “Para que nada nos separe que nada nos una”. Pues ni lo uno ni lo otro, en el equilibro -como en casi todo- está la virtud. Tampoco es saludable para la vida que perdamos el calor humano, ni que caigamos en la tentación de comernos a besos y de abrazarnos tan alocadamente que acabemos asfixiados. Lo cruel es que parece perfilarse un modelo de sociedad en la que dominan los poderosos, marginando e incluso eliminando a los débiles. A estos nadie quiere unirse. Así, desde luego, no se pueden acortar las distancias del corazón y mucho menos favorecer la recíproca comprensión del respeto mutuo.

Para que nada nos separe que nada nos una, algo parecido deben pensar algunos dirigentes que concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular, que, en algunas ocasiones, llegan a poner en entredicho hasta la reglas del juego democrático con tal de ganar posiciones de poder. Hay cosas que han de unirnos, por pura convivencia. Después nos separarán formas, pero habrá que poner estilos civilizados. Hay lenguajes, por ejemplo: los de sentido común y orden natural, que han de vincularnos. En consecuencia, creo que la vida es para vivirla cerca unos de otros, que no anexados a un pensamiento único y, aún peor, sin libertad de movimiento y acción. Si el progreso de la tecnología ha tenido como resultado una mejor calidad de los transportes y nuevos medios de comunicación social que nos han acortado las distancias y han permitido que se entremezclen los valores culturales, las costumbres y las tradiciones, no es de recibo dar la espalda al vínculo humano como familia, puesto que es tanto como decir dejar de ser humanos.

Considero también que debieran fraternizarnos acciones solidarias, mientras vivan en el mundo personas que carecen del mínimo vital para desarrollarse y llevar una vida verdaderamente humana. Creo que el consuelo debiera ser de obligado cumplimiento, ante todo, por parte de las personas y de los pueblos que viven en la prosperidad. Estimo que es posible, incluso necesario, introducir razones de conexión en base a principios y exigencias éticas que han de guiar nuestros pasos. La unidad natural que propicia la paz en la familia humana requiere proximidad, sobre todo con vidas que sufren discriminaciones y miserias injustas. Sin lugar a dudas, el aislamiento no conduce a nada bueno, y si algo alienta, es el que el hombre explota al hombre. Ha perdido todos los sentimientos.

Estimo que cuánto más nos dividimos y separamos, más difícil será que cesen crispaciones y gobierne la concordia. La máxima del Presidente español, José Luís Rodríguez Zapatero, reprochando al partido de la oposición sus mentiras sobre el Ejecutivo, instando a los candidatos socialistas a hacer una campaña electoral mirando al futuro y a responder “a cada insulto con una propuesta, a cada descalificación con una idea y a cada exageración con una sonrisa”; podría ser una buena apuesta, ciertamente necesaria para el momento, si los fundamentos activan reconciliaciones y extienden los beneficios del progreso a todas las gentes y pueblos; si los hechos abren boca a la unidad de todos los españoles, si las palabras tienden a hacer verdadera justicia igualitaria… Me parece sensato lo de estimular la mente con ideas, pero luego debemos hacer algo con ellas, que no se queden como floreros en meros dichos. Sonreír está bien, pero también hay sonrisas que empalagan y otras hasta matan. Risas con pan siempre saben mejor.

En todo caso, es voz popular que las ideas mueven el mundo, pero sólo si antes se han transformado en estremecimientos. Ya lo advirtió Jacinto Benavente que “no hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados nuestros sentimientos”. Sólo buenas disposiciones universalistas, temples y sensibilidades, pueden unirnos. El partidista interés jamás puede fraguar uniones duraderas. Sería, pues, una buena opción, ya que ha instado el Presidente a fomentar las ideas, poner todos los recursos de la mente, la ciencia y la cultura al servicio del sosiego y de la construcción de una nueva sociedad, menos separada y más unida, una sociedad que triunfe en la eliminación de las causas de las confrontaciones sanguinarias, dedicándose generosamente al progreso total de cada individuo y de toda la humanidad.

Es justo reconocer que los individuos y las sociedades están siempre expuestos a las pasiones de la codicia y el odio; pero, hasta donde nos sea posible, y quienes son instrumento fundamental para la participación política debieran tenerlo como prioridad en sus programas, la de corregir situaciones y estructuras sociales que causan la injusticia y los conflictos. Al fin y al cabo, para que nada nos distancie se precisa un mundo y no hace falta irse al tercero, en el de la abundancia también se da este desespero, quizás no de tantos abrazos ni de tantas risotadas, más de extender la mano al que nos la pide para salir del desconsolado pozo en el que vive, por destierro o porque no ha conocido otro. En suma, que todos nos merecemos una oportunidad para salir del infierno, algo que nos separa hoy en día ante el fuerte caudal de desigualdades y que, como agua de mayo, se precisa converger para estrechar la mirada del afecto y, por ende, que espigue el pétalo de la paz.

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net