lunes, 16 de abril de 2007

El activo de la cultura femenina

Fue Simone de Beauvoir (1908-1986), novelista e intelectual francesa, la que dijo que “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”. Quizás tenga su parte de fundamento esta afirmación. A la sociedad misma, a veces, le ha costado reconocer la complementariedad recíproca del hombre con la mujer y la mujer con el hombre, tanto dentro del hogar como en la vida pública. Por ello, me parece un avance fundamental conseguir mejorar el tratamiento que la publicidad y los medios de comunicación dan a la imagen de las mujeres y, por tanto, contribuir a avanzar en el camino hacia la igualdad real. Desde el Observatorio de la Imagen de las Mujeres del Instituto de la Mujer se han puesto manos a la obra, y se han propuesto la creación de una Comisión para impulsar la realización de acciones que, desde un aspecto positivo y de colaboración mutua, contribuyan a un cambio cultural.

En esa nueva y renovada apuesta por la mujer como persona, pienso sobre la necesidad de redescubrir el valor de la feminidad, lo que conlleva huir de inaceptables discriminaciones y reaccionar ante formas, manifiestas u ocultas, que la consideren un objeto. Hay que eliminar de plano todas las situaciones en las que la mujer resulte humillada y ofendida, violada en su espíritu ¿No es acaso una grave opresión de la mujer considerarla solamente como factor de producción, deseo o como elemento indispensable de una economía de consumo? Sólo hay que echarle un vistazo a los anuncios por palabras que se publican, en casi todos los medios de comunicación, para darse cuenta de que la mujer sigue teniendo un protagonismo fundamental en este tipo de escaparates bochornosos. Por desgracia, la publicidad, algunas veces se usa para promocionar vicios e inculcar actitudes y formas de comportamiento contrarias a la dignidad humana. Esperemos que este Observatorio de la Imagen de las Mujeres tome buena nota de esas exhibiciones publicitarias que buscando el lucro, sin recato alguno, explota, sobre todo, los instintos sexuales del macho ibérico frente a una mujer sumisa y servil. Esto pasa en un mundo que pierde conciencia sensible, normas éticas y el sentido de la responsabilidad.

Considero, pues, una necesidad este Observatorio de la Imagen de las Mujeres para encauzar y conservar valores esencialmente humanos, trasmitirlos a las nuevas generaciones, preservarlos para la cultura globalizada. Frecuentemente marginada por una sociedad marcada por un espíritu competitivo-comercial, la mujer es depositaria de un sentimiento más hondo que se perfecciona con el hombre, cuando en verdad, entre ambos, se integra la gratuidad de la donación como lenguaje de vida. Ahora bien, creo que es vital una promoción femenina singular, más allá de una simple homologación con el hombre, puesto que se olvidaría de la dimensión insustituible como mujer. Es más bien necesario que ese conjunto de valores femeninos, distintivos de género y únicos, se consideren un bien del conjunto de la comunidad humana, que no sea despreciado y, mucho menos, estimado de nivel inferior al hombre

Este Observatorio de la Imagen de las Mujeres debe instar, con sus actuaciones, a que se logre una auténtica emancipación humana. La mujer no ha de tener necesidad de renunciar a su propia feminidad o a la experiencia de la maternidad, para poder realizarse o entrar en el mercado laboral. Estimo que todavía la sociedad no anda muy sobrada de cultura femenina, especialmente humanizadora. En la relación mujer-hombre (hombre-mujer) se encuentra el punto neurálgico de tantos problemas sociales. Los mass media (que incluyen la prensa, el cine, la radio y la televisión, así como la industria musical y las redes informáticas), deberían tener más cuidado y enaltecer a la mujer. Son demasiadas las ocasiones en las que se le trata no como persona, con una dignidad inviolable, sino como una cosa cuya finalidad es la satisfacción de los apetitos de placer o de poder de otros. ¡Cuántas veces se minimiza el papel de la mujer como esposa y madre! ¡Cuántas veces el papel de la mujer en el mundo de los negocios no se tiene en cuenta o se ridiculiza! Que ni el hombre reine ni la mujer gobierne, que ambos se complementen para que la vida sea puro verso. Una buena manera de que el mundo gane humanidad.

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net

domingo, 15 de abril de 2007

Buenas prácticas para la mejora de la convivencia escolar


Se busca una solución para los conflictos escolares. A veces se pide la intervención de una tercera persona imparcial, que actúe de mediador en un conflicto para solucionarlo, puesto que los problemas de convivencia no se resuelven con la aplicación de las sanciones correctoras. Un instituto madrileño ha optado por moverse al son latino. Profesores y alumnos comparten pista de baile para mejorar sus relaciones. Otro centro implanta el carné de conducta por puntos para reconducir situaciones. Representaciones teatrales, convivencias en clave de humor, distinciones…; todo parece ser poco para que la paz llegue a las aulas. Frente a todos estos inventos pedagógicos, yo recomendaría, quizás como libro de cabecera, un manual reflexivo sobre el acoso escolar que, aunque se dice para docentes y educadores, lo hago extensivo a los padres. Sus autores, Juan Ignacio Santaella Sáez y Juan Santaella López, no son nuevos en plaza. Llevan tras de sí muchos años de investigación y estudio en temas educativos, convencidos de que la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas.

El citado manual (publicado por GOF-Granada) empieza por dar luz a la convivencia escolar y a las causas que la deterioran. Apunta a una serie de claves para aprender a convivir unos con otros, viéndolo como una finalidad esencial de la educación. El conflicto escolar, la violencia y los violentos, sin duda representa uno de los principales retos para los sistemas educativos actuales. Los autores plantean, a mi juicio de manera objetiva y acertada, cómo contribuir al desarrollo de la convivencia en positivo estudiando el proceso que comienza en la educación emocional y culmina en la educación en valores. Ahondan en el acoso escolar, al que delimitan con ciertos requisitos. Básicamente serían los siguientes: “Tiene que existir, por parte del acosador, intención de dañar al otro. Ha de haber un desequilibrio de poder entre el violento y su víctima. La agresión ha de ser persistente, es decir, que se repita con frecuencia. El daño que el acosador inflige a la víctima ha de ser físico, moral o psicológico, o de varios tipos a la vez. La crueldad del agresor ha de quedar de manifiesto, toda vez que somete al otro con voluntariedad y de manera impune”.

El pilar básico del manual (con casi dos centenares de páginas) es el acoso o bullying, con sus fases, indicadores, incidencia actual y efectos, teorías y modelos tanto de intervención como de prevención. Está demostrado que las consecuencias originadas por esa relación de poder, de dominio-sumisión, entre acosador y acosado, son verdaderamente enfermizas. La víctima es la que padece de manera directa los ataques del acosador, y esto provoca en él una serie de miedos, inseguridades y angustias que lo llevan muchas veces a rechazar el colegio e incluso a sentir poca ilusión por vivir. Los resultados son tremendos, los autores del manual así lo participan relatando los sentimientos que, entre otros, experimenta la víctima: “Pierde su autoestima y se considera un ser inservible e inútil. Se siente culpable de los ataques permanentes que recibe. Se muestra inseguro ante sí mismo y ante los demás. Muchas veces cae en una profunda depresión. Siente una angustia permanente por el mal que lo acecha y que no puede controlar. Empieza a tener bajo rendimiento en sus estudios. Cuando ya son mayores, suelen elegir a algún agresor de pareja sentimental, por todos los complejos e inseguridades generadas durante el acoso a que fue sometido durante tanto tiempo”.

Los autores del manual sobre el acoso, Juan Ignacio y Juan Santaella, proponen la distinción entre el grupo de compañeros que integran la clase, que suelen inhibirse ante los ataques, llegando a prevalecer la máxima de “sálvese el que pueda” y el grupo de “amigos” que apoyan al agresor cuando actúa en plan matón. Al respecto de estos últimos, dicen: “Estos grupos cerrados, cobijadores de violentos, suelen terminar ejerciendo la violencia de forma colectiva, y por tanto han de ser desenmascarados, condenados y perseguidos en la escuela. Es altamente preocupante la enorme influencia que los grupos cerrados y carentes de moral pueden ejercer sobre sus integrantes, pues llegan a controlar las actitudes, los pensamientos, las acciones y las conductas de cada uno, y actúan como jueces implacables si alguno o alguna de sus miembros se sale de las normas que el propio grupo se da. El conocer en qué grupo se integra el hijo o el alumno o con quién se reúne en los momentos de ocio, es esencial para reeducar la conducta de muchos adolescentes”.

A veces me pregunto: ¿Cómo podrá convivir lobo con cordero? Estimo que, como bien apunta el manual, la prevención debe ser algo prioritario para frenar conductas violentas. Sin caer en el alarmismo, como tampoco lo hacen estos autores, ratifico su propuesta: “Para eliminar la violencia hay que educar que, consiste en enseñar a los niños y a los jóvenes a vivir, a respetar a todas las personas sean de la condición y de la mentalidad que sean y a tomar decisiones por sí mismos pues no siempre van a tener a sus padres, a sus profesores o a un policía junto a ellos. En la educación no sólo hemos de fomentar el conocimiento, lo cual es muy importante; sino que también hemos de propiciar el desarrollo de la inteligencia emocional y social, es decir, la que nos permite, en el primer caso, controlar y dirigir nuestras emociones y sentimientos, y cultivar una relación placentera y constructiva con las demás personas, en el segundo caso”.

Es cierto que la inteligencia se desarrolla mejor en ambientes inteligentes y en un colegio armónico –como apuntan los autores del citado manual-; en consecuencia, pienso que no está demás que en los programas se tengan en cuenta tiempos de ocio y espacios para la convivencia de todos los miembros de la comunidad educativa. Los conflictos que, a veces, suceden como causa natural de nuestra manera de ser, deben ser transformados en experiencia educativa. Las tutorías, escuelas de padres, encuentros propiciados a todos los niveles (grupal, personalizada y con familias), sin duda constituyen un elemento fundamental para la promoción y mejora del clima escolar. Desde luego, pienso que contamos con un profesorado formadísimo para adaptarse a las nuevas situaciones y superar con éxito las dificultades. Sólo falta que nos impliquemos con ellos y no restemos autoridad a quien nos puede ayudar a encauzar una vida con soluciones adecuadas.


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net