“Novena a Nuestra Señora de la Salud”
Es mi segunda incursión en el “género”. Me refiero a las “novenas”, una expresión devocional de la fe de los fieles católicos. Durante nueve días; los nueve días que preceden a la celebración de una fiesta o de una solemnidad, es tradicional contemplar diversos aspectos del misterio que se conmemora, pidiendo al Señor, por la intercesión de la Virgen o de los santos, un don, una gracia.
Mi primer ensayo de este tipo ha sido una Novena al Sagrado Corazón de Jesús, que ha salido en castellano y en catalán, editada por el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona (Colección “Celebrar”, n. 71, Barcelona 2006; primera edición en enero de 2006 y reimpresión en mayo de 2006), y que, muy pronto, aparecerá también en lengua gallega. El segundo, lo constituye la Novena a Nuestra Señora de la Salud, de la Editorial CCS (Central Catequística Salesiana), en su colección “Mesa y Palabra”.
El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia se refiere, explícitamente, a los “triduos, septenarios y novenas marianas”: “Triduos, septenarios, novenas, pueden constituir una ocasión propicia no sólo para realizar ejercicios de piedad en honor de la Virgen, sino también pueden servir para presentar a los fieles una visión adecuada del lugar que ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia, y la función que desempeña” (Directorio, 189).
“Una ocasión propicia”. De eso se trata. De aprovechar las “ocasiones propicias”. En vano nos empeñaremos en buscar situaciones improbables de evangelización si despreciamos las que tenemos a nuestro alcance; entre ellas, las vinculadas con la piedad popular. Se impone una tarea de revisión y de actualización: “Los ejercicios de piedad no pueden permanecer ajenos a los progresivos avances de la investigación bíblica y teológica sobre la Madre del Salvador, es más, se deben convertir, sin que cambie su naturaleza, en medio catequético para la difusión y conocimiento de los mismos” (Directorio, 189).
El punto de referencia inexcusable sobre el papel de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia lo constituye el capítulo VIII de la constitución “Lumen gentium” del Concilio Vaticano II. En este importante texto magisterial, se expone la función de la Bienaventurada Virgen en la historia de la salvación; la relación existente entre la Santísima Virgen y la Iglesia; se recuerdan los principios que han de regir el culto de la Santísima Virgen en la Iglesia; y se concluye con una enseñanza sobre María, señal de esperanza segura y de consuelo para el Pueblo de Dios en marcha.
Los triduos, septenarios y novenas, además de ayudar a la catequesis, a la formación en la fe, han de servir para impulsar la vida cristiana de los fieles: “Triduos, septenarios y novenas, servirán para preparar verdaderamente la celebración de la fiesta, si los fieles se sienten movidos a acercarse a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía y a renovar su compromiso cristiano a ejemplo de María, la primera y más perfecta discípula de Cristo” (Ibidem).
En este espíritu, he escrito la Novena a Nuestra Señora de la Salud. Para cada día se ofrece, entre otros elementos, una lectura bíblica, una reflexión catequética, unas preces y una oración final, seleccionada de entre las muchas que la Liturgia nos propone.
En relación con la salud y la enfermedad, María emerge como “Salus infirmorum”, “Salud de los enfermos”. Ella nos dio a Cristo, nuestro Salvador, nuestra Salud. Que Ella ruegue por nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén.
Guillermo Juan Morado.
Mi primer ensayo de este tipo ha sido una Novena al Sagrado Corazón de Jesús, que ha salido en castellano y en catalán, editada por el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona (Colección “Celebrar”, n. 71, Barcelona 2006; primera edición en enero de 2006 y reimpresión en mayo de 2006), y que, muy pronto, aparecerá también en lengua gallega. El segundo, lo constituye la Novena a Nuestra Señora de la Salud, de la Editorial CCS (Central Catequística Salesiana), en su colección “Mesa y Palabra”.
El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia se refiere, explícitamente, a los “triduos, septenarios y novenas marianas”: “Triduos, septenarios, novenas, pueden constituir una ocasión propicia no sólo para realizar ejercicios de piedad en honor de la Virgen, sino también pueden servir para presentar a los fieles una visión adecuada del lugar que ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia, y la función que desempeña” (Directorio, 189).
“Una ocasión propicia”. De eso se trata. De aprovechar las “ocasiones propicias”. En vano nos empeñaremos en buscar situaciones improbables de evangelización si despreciamos las que tenemos a nuestro alcance; entre ellas, las vinculadas con la piedad popular. Se impone una tarea de revisión y de actualización: “Los ejercicios de piedad no pueden permanecer ajenos a los progresivos avances de la investigación bíblica y teológica sobre la Madre del Salvador, es más, se deben convertir, sin que cambie su naturaleza, en medio catequético para la difusión y conocimiento de los mismos” (Directorio, 189).
El punto de referencia inexcusable sobre el papel de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia lo constituye el capítulo VIII de la constitución “Lumen gentium” del Concilio Vaticano II. En este importante texto magisterial, se expone la función de la Bienaventurada Virgen en la historia de la salvación; la relación existente entre la Santísima Virgen y la Iglesia; se recuerdan los principios que han de regir el culto de la Santísima Virgen en la Iglesia; y se concluye con una enseñanza sobre María, señal de esperanza segura y de consuelo para el Pueblo de Dios en marcha.
Los triduos, septenarios y novenas, además de ayudar a la catequesis, a la formación en la fe, han de servir para impulsar la vida cristiana de los fieles: “Triduos, septenarios y novenas, servirán para preparar verdaderamente la celebración de la fiesta, si los fieles se sienten movidos a acercarse a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía y a renovar su compromiso cristiano a ejemplo de María, la primera y más perfecta discípula de Cristo” (Ibidem).
En este espíritu, he escrito la Novena a Nuestra Señora de la Salud. Para cada día se ofrece, entre otros elementos, una lectura bíblica, una reflexión catequética, unas preces y una oración final, seleccionada de entre las muchas que la Liturgia nos propone.
En relación con la salud y la enfermedad, María emerge como “Salus infirmorum”, “Salud de los enfermos”. Ella nos dio a Cristo, nuestro Salvador, nuestra Salud. Que Ella ruegue por nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén.
Guillermo Juan Morado.
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