Me basta poco
Hace como un mes, estando en misa, durante la homilía pensé:
-Señor, ¿por qué eres tan bueno? ¿Por qué nos amas tanto? ¿Acaso no te das cuenta de las cosas que hacemos? ¿Cómo mantienes la esperanza en esta pobre humanidad?
Entonces me pareció ver a un sacerdote consagrando. Con tal amor sostenía la blanca hostia, que te llenaba el alma de alegrías y consuelos. Luego vi unas religiosas rezando, diciéndole interiormente, al buen Jesús, que lo amaban. Por último vi a un niñito en pijamas, arrodillado frente a su camita, y con ternura rezaba: "Te quiero mucho Jesús".
Y escuché esta dulce y amable voz que decía: "me basta poco".
A nuestro amado Señor, le basta saber que unos pocos le aman, para amarnos con locura celestial.
Imagina si todos le amáramos. Cuántas gracias derramaría sobre el mundo.
¿Qué le duele? nuestra indiferencia.
¿Qué le mueve? el Amor.
Santa Teresita se dio cuenta de esto y escribió que Jesús, cuando dijo: "tengo sed", en realidad tenía sed de almas, sed de nuestro amor.
Todo un Dios pidiendo amor.
Francisco de Asís, profundamente enamorado del Padre celestial, lloraba por esos bosques gritando: "El amor no en amado".
¿Amas a Dios?
Ámalo más.
Que tu alma sea, como pedía santa Teresa de Jesús: "un cristal donde se refleja la Divinidad".
Por: Claudio de Castro / cv2decastro@hotmail.com
-Señor, ¿por qué eres tan bueno? ¿Por qué nos amas tanto? ¿Acaso no te das cuenta de las cosas que hacemos? ¿Cómo mantienes la esperanza en esta pobre humanidad?
Entonces me pareció ver a un sacerdote consagrando. Con tal amor sostenía la blanca hostia, que te llenaba el alma de alegrías y consuelos. Luego vi unas religiosas rezando, diciéndole interiormente, al buen Jesús, que lo amaban. Por último vi a un niñito en pijamas, arrodillado frente a su camita, y con ternura rezaba: "Te quiero mucho Jesús".
Y escuché esta dulce y amable voz que decía: "me basta poco".
A nuestro amado Señor, le basta saber que unos pocos le aman, para amarnos con locura celestial.
Imagina si todos le amáramos. Cuántas gracias derramaría sobre el mundo.
¿Qué le duele? nuestra indiferencia.
¿Qué le mueve? el Amor.
Santa Teresita se dio cuenta de esto y escribió que Jesús, cuando dijo: "tengo sed", en realidad tenía sed de almas, sed de nuestro amor.
Todo un Dios pidiendo amor.
Francisco de Asís, profundamente enamorado del Padre celestial, lloraba por esos bosques gritando: "El amor no en amado".
¿Amas a Dios?
Ámalo más.
Que tu alma sea, como pedía santa Teresa de Jesús: "un cristal donde se refleja la Divinidad".
Por: Claudio de Castro / cv2decastro@hotmail.com
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