lunes, 18 de septiembre de 2006

Las relaciones entre la iglesia y el estado

El 25 de junio del 2005, el papa Benedicto XVI visita al presidente del Estado italiano, entonces, Cario Azeglio Ciampi, acompañado de los presidentes de las Cámaras y del Gobierno de Italia en el palacio del Quirinal. Con tal motivo pronuncia un discurso, donde declara: "es legítimo un sano Estado laico, separado de la Iglesia, sin excluir las referencias éticas fundadas sobre la religión, respetando la ética religiosa". Distingue laicidad de laicismo, y dice "el Estado político laico es neutral con la religión, mientras que Estado político laicista es hostil con la religión". Revela sus tres principales preocupaciones, "la defensa de la familia fundada sobre el matrimonio, la defensa de la vida y la educación de los jóvenes". Manifiesta "la separación de responsabilidades entre el Estado político y la Iglesia, junto con el respeto mutuo, son claves de la convivencia armoniosa y de colaboración entre ambas instituciones. El anuncio del Evangelio es un servicio al crecimiento espiritual de los pueblos y un progreso hacia al concordia y la paz".

Los libros, "Informe sobre la Fe" de Vittorio Messori y "Sal de la Tierra" de Peter Seewald, recogen unas declaraciones del actual Papa, siendo todavía cardenal, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde expone su pensamiento sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado político. La idea de la separación entre ambas instituciones se debe al Cristianismo. Anteriormente, había una identidad entre el poder político civil y religioso en todas las culturas, que era sagrado. El Antiguo Testamento nos muestra esta relación. El Imperio romano tenía su religión de Estado, el culto á sus dioses y al Emperador; y solo permitía las religiones privadas, si éstas reconocían a las del Estado. El Cristianismo se opuso a ello, entrando en confrontación con dicho Imperio.

La separación de la Iglesia católica del Estado político es un legado cristiano de libertad. A finales del siglo XVIII y lo largo del todo el XIX, la Ilustración racionalista enseña y practica la separación de ambas instituciones, con la finalidad de reducir la religión a algo subjetivo e imponer el absolutismo del Estado político. Una Iglesia libre es buena en un Estado político libre, pero la religión tomada como algo subjetivo es mala. En los tiempos actuales, la Iglesia necesita pasar a la oposición profética con el coraje y la fuerza de la verdad, desempeñando siempre un papel constructivo humano y social.

El periodista judío Franz Oppenheimer escribe "las democracias deben su origen al mundo cristiano de Occidente, porque si bien, las ideas democráticas proceden de Grecia, fueron transmitidas por la cultura judeo-cristianas". Las constituciones de los monasterios, de las órdenes y de las congregaciones religiosas católicas, con sus capítulos y votaciones, establecen el modelo de gobierno democrático desde la Edad media; y las primeras democracias americana, inglesa, francesa y española, están basadas en los valores de la fe cristiana.

El papa Benedicto XVI legitima un Estado político laico o neutral en el ámbito religioso y se opone al Estado político laicista, hostil con la religión, porque él, su familia y muchos cristianos alemanes sufrieron en sus vidas el dolor, el sufrimiento y la crueldad del Nacionalsocialismo de Hitler, creador de una Iglesia estatal germana, antilatina y antiromana. Prefiere un Estado político laico a un Estado nacional católico; de ahí que sea partidario de la separación entre el Estado político y la Iglesia católica, conviviendo armoniosamente ambas instituciones dentro de unas normas de respeto y colaboración mutua.

Concretamente, las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado español en su historia fueron nacional-católicas en la España romana y visigoda, en los Reinos de la Reconquista, de los Reyes Católicos, de los Austrias, de los Borbones, en la España constitucional de la primera (1812), cuarta (1845) y sexta (1876) Constitución y en el Régimen del general Franco. Fueron laicistas en la España constitucional de la segunda (1834), tercera (1837), quinta 1869) y séptima (1931) Constitución, siendo esta última, la de la segunda República, la más hostil y agresiva contra la Iglesia católica; más aún, que la segunda y tercera Constitución españolas, las cuales dieron lugar a la matanza de eclesiásticos, quema, desamortización y venta de los bienes de la Iglesia, en los gobiernos de los liberales progresistas del Conde de Toreno, Mendizábal, Calatrava y Espartero.

La novena y actual Constitución de 1978 es laica o neutral, pero establece relaciones de cooperación con la Iglesia católica y otras confesiones; al decir "ninguna confesión tendrá carácter estatal, los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y demás confesiones" (Art. 27, p. 2 y 3). En este marco actual constitucional, las relaciones entre el actual Gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero y la Iglesia católica son conflictivas y laicistas, a causa de la ley de los matrimonios homosexuales y del incumplimiento de los acuerdos de 1979, firmados entre el Vaticano y el Estado español.

Los matrimonios del mismo sexo no solo son anticristianos, sino que, según mi opinión, son antilingüísticos, antijurídicos, inconstitucionales y de graves consecuencias personales y sociales. La palabra y concepto de matrimonio es propio y exclusivo de la unión de personas de distinto sexo, según su etimología, su naturaleza, su historia y según él derecho romano y civil de todos tiempos y según el sentido común de los seres humanos. El matrimonio es para generar hijos y tener familia; y los matrimonios del mismo sexo no pueden generar hijos ni vida humana. El trato que la actual LOE da a la enseñanza de la religión católica escolar es discriminatorio, comparable con las demás enseñanzas fundamentales. La enseñanza de la religión católica debe ser una disciplina fundamental, porque el alma del ser de España, de su cultura y civilización, ha sido y es la fe cristiana católica de la mayoría de sus ciudadanos.

José Barros Guede, A Coruña, a 26 de junio de 2006