lunes, 3 de abril de 2006

El Gemido de la Esperanza


- Dios, prometiéndose, despierta nuestra esperanza, abre nuestras vidas, rompe nuestros límites. "Aquello que me diste el otro día" nos atrae con fuerza y nos pone en camino.
- La esperanza nos hace pobres, nos desviste de riquezas que ocupan nuestro corazón; nos adentra en la novedad. "Claro está que este caminante no podría venir a nuevas tierras, ni saber más de lo que sabía antes, si no fuera por caminos nuevos nunca sabidos, y dejados los que sabía" (San Juan de la Cruz).
- Todo el camino es ruptura de un presente siempre insatisfactorio, por insuficiente, "me dejaste con gemido", y tensión hacia un futuro, con sabor a verdad y belleza, que se quiere "ya". Somos seres en esperanza.
- Nosotros gemimos en nuestro interior. El Espíritu nos enseña a formular nuestra esperanza: que se manifieste en plenitud lo que es ser hijos de Dios (cf Rom 8,23). En un mundo confuso, donde no siempre vemos claro lo que conduce al reino de Dios, vivir la esperanza se parece a un parto difícil. En muchos momentos sólo tenemos a nuestro favor la fidelidad de Dios.
- La esperanza nos hace escuchar y acoger los gemidos de todos los tiempos, la historia dolorosa de la humanidad, la esperanza de los sin esperanza, para saltar con ellos toda barrera; de este modo, el gesto esperanzado recorre todos los vericuetos de lo humano. Tanto el dolor, como la felicidad, los momentos de plenitud, como los de hundimiento y fracaso, pueden contener gérmenes de esperanza.
Agustín Fernández Buj