domingo, 12 de agosto de 2007

MÁRTIRES LEONESES DEL SIGLO XX EN ESPAÑA por + Julián López Martín, Obispo de León


Carta pastoral con ocasión de la Beatificación de 34 Siervos de Dios relacionados con nuestra Diócesis

Queridos presbíteros y diáconos, miembros de Institutos de Vida Consagrada y de Sociedades de Vida Apostólica y fieles laicos:

“Pretiosa in conspectu Domini mors sanctorum eius” -Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus fieles- (Sal 116,15 [Vg 115,8]). La Iglesia ha recogido este versículo del salmo “eucarístico” por excelencia, para aplicarlo a los mártires en el día de su nacimiento para el cielo (dies natalis o natalicio). En efecto, a Dios no le resulta indiferente que mueran quienes le aman. Por tanto, la ofrenda de la vida de quienes fueron odiados como Jesucristo y han muerto asociados a Él (cf. Jn 15,18-19; Fl 3,10-11), ha de ser considerada verdaderamente preciosa también para nosotros. No en vano la muerte de los mártires representa una misteriosa cooperación en la obra de la redención humana (cf. Col 1,24; 2 Tm 2,10).

Os escribo esta carta con gran gozo, y deseo que todos vosotros lo experimentéis también. Hace tiempo que esperábamos la confirmación de la fecha de la beatificación de este numeroso grupos de mártires del siglo XX en España. Tendrá lugar el 28 de octubre en Roma. El acontecimiento, en el que están implicadas prácticamente todas las diócesis españolas, nos atañe de manera directa además de a los respectivos Institutos de Vida Consagrada a los que pertenecieron la mayor parte de los Siervos de Dios. Entre esos 498 testigos de la fe y del amor a Jesucristo, cuyas causas de declaración de martirio han llegado felizmente a término
[1], hay un elevado número de hijos de nuestra Iglesia diocesana. Exactamente 29, a los que hay que añadir otros cinco relacionados con la diócesis de León por razón de estudios o por haber desempeñado en ella su labor apostólica. En total son 34 los hermanos nuestros que van a ser glorificados[2].

1. Un Santoral en aumento

Los santos, y especialmente los mártires, son “los mejores hijos de la Iglesia, en los que encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”
[3]. En la lista adjunta a esta carta pastoral, elaborada sobre la documentación disponible hasta el momento, figuran los datos esenciales de cada uno de los Siervos de Dios vinculados a la diócesis de León que van a ser declarados beatos. En ella figuran el nombre civil y -en su caso- el nombre en religión, el Instituto de Vida Consagrada al que perteneció cada uno, la edad en el momento del martirio, el origen y la fecha del nacimiento, y la fecha del martirio y el lugar de éste. Así mismo, respecto a los no nacidos en la diócesis, el motivo que los relaciona con ella.

En un primer examen de la lista, se puede apreciar que la encabeza precisamente un seglar, Antero Mateo García, natural de Valdevimbre, labrador y padre de familia y más tarde trabajador ferroviario
[4]. El grupo mayor de los que van a ser beatificados lo integran 19 religiosos de la Orden de San Agustín, algunos jóvenes estudiantes todavía, como el H. José Antonio Pérez García, de Villapodambre, que tenía 18 años. Siguen cinco de la Orden de Santo Domingo y cinco de la Orden de los Carmelitas Descalzos, dos de la Orden de los Franciscanos y uno, respectivamente, de la Orden de la SS. Trinidad y de la Congregación Salesiana.

En razón del origen, son 26 los pueblos de nuestra diócesis donde han nacido los 29 Siervos de Dios leoneses, contando con dos hijos las parroquias de Besande, Castilfalé y Cerezal. Por razón de los estudios, destacan Valencia de Don Juan como lugar donde estudiaron tres Siervos de Dios (Escuela Apostólica de los PP. Agustinos), Vegarianza (Preceptoría) donde estudiaron otros tres, y Mogrovejo (Preceptoría) donde lo hicieron dos, aunque ninguno de los mencionados nació en la diócesis de León. Por razón de la actividad apostólica destaca nuevamente Valencia de Don Juan, en cuya casa de formación de los PP. Agustinos desempeñaron su tarea tres Siervos de Dios.

Estadísticas aparte, la beatificación de los 34 Siervos de Dios dará lugar a su entrada en el Calendario particular de la Diócesis de León, junto a los mártires diocesanos del siglo XX en España ya reconocidos, a saber, San Julián-Alfredo Zapico, de las Escuelas Cristianas (+ 9 de octubre de 1934), natural de Cifuentes de Rueda y al que estará dedicada una parroquia nueva en León, y los Beatos José Ricardo Díez, agustino recoleto, de Camposalinas (+ 25-VII-1036), Felicísimo Díez y Saturio Rey, ambos de Devesa de Curueño, y Lucio Martínez, de Vegas del Condado, dominicos los tres y martirizados el 29-VII-1936, y Concepción Rodríguez, carmelita de la Caridad, de Santa Eulalia de las Manzanas (+ 24-XI-1936). El Martirologio de nuestra diócesis, que encabeza San Marcelo, se ve enriquecido, por tanto, con nuevos nombres de los testigos de la fe que confesaron a Cristo en todos los tiempos y épocas de nuestra historia
[5].

Con todo, la lista de los Santos y Beatos leoneses no quedará cerrada con la beatificación de 28 de octubre de 2007. Confiamos que algún día figure también en ella la H. Ester Paniagua Alonso, agustina misionera, natural de Izagre (León), asesinada en Argel el 23 de octubre de 1994 con otra hermana de su comunidad, cuando iban a participar de la Eucaristía. Como lo esperamos igualmente de otros muchos religiosos y sacerdotes cuyas causas de declaración de martirio se iniciaron hace mucho tiempo en las diócesis donde murieron. Por nuestra parte, estamos deseosos de comenzar el proceso correspondiente de un grupo de presbíteros de nuestra diócesis. Sus nombres aparecen en una lápida de nuestra Santa Iglesia Catedral.

2. Significado de la beatificación

Reconocido el martirio de un Siervo de Dios, o la heroicidad de virtudes en el caso de los fieles cristianos que han muerto con fama de santos pero no de forma violenta, se produce primero la beatificación y más tarde la canonización. Conviene distinguir ambos actos, aunque la diferencia no afecta a la naturaleza del reconocimiento del martirio o de la santidad de los Siervos de Dios. Por otra parte, conviene precisar también que la Iglesia no hace santos, sino que reconoce y declara como tales a los que han vivido o muerto heroicamente en santidad.

En efecto, lo que entendemos generalmente por declaración formal del martirio o de la santidad de un fiel cristiano es el acto -de suyo un decreto- de la suprema autoridad de la Iglesia, por tanto, del Papa, por el que se autoriza la veneración o culto eclesiástico público de un Siervo de Dios. El culto, sin embargo, puede ser permisivo o preceptivo, local o universal. Si el decreto correspondiente permite tan sólo el culto, o si obliga bajo precepto pero no concierne a toda la Iglesia, se trata de una beatificación. Cuando el decreto contiene un precepto, y es universal en el sentido de que corresponde a toda la Iglesia dar ese culto, es un decreto de canonización.

La principal diferencia consiste, por tanto, en el alcance del culto que se autoriza o determina. Hasta la beatificación, se puede recurrir al Siervo de Dios de manera privada. A partir de ese momento, el Siervo de Dios es celebrado como bienaventurado e invocada su intercesión de manera oficial o pública, dado que la santidad y el gozar de la presencia de Dios han quedado demostrados a través de un hecho milagroso. En el caso de los mártires, el milagro viene a ser el martirio mismo. Por todo esto, en la beatificación se señala también el día en que se hará la conmemoración o fiesta del Beato en el Calendario litúrgico y se promulgan los textos de la Misa propia que se usarán en ella, pero el culto queda circunscrito todavía a las diócesis en las que nació y desempeñó su actividad y, en su caso, al Instituto de Vida Consagrada al que perteneció.

No obstante, son diferentes también las fórmulas usadas en la beatificación y en la canonización. En la primera es leída una fórmula sencilla por el que preside la celebración en nombre del Papa, generalmente el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. En la segunda, en la que siempre ha actuado el Santo Padre, se cantan previamente las letanías de los Santos y se emplea un texto mucho más solemne, en el que se invoca a la Santísima Trinidad y se alude a la suprema autoridad apostólica del Obispo de Roma. Por eso algunos teólogos han relacionado la canonización con la infalibilidad pontificia, al menos en cuanto a definir que el Siervo de Dios canonizado está en el cielo.

Nuestra Diócesis, por tanto, debe tomar buena nota de la declaración de santidad de los 34 Siervos de Dios, con el fin de rendirles la veneración que se merecen por el testimonio de su martirio y acogerse a su intercesión. En este sentido, siempre he creído que los procesos de declaración de martirio de unos fieles cristianos que dieron su vida por Jesucristo y por amor al prójimo, se produzca o no la beatificación y canonización al final, es siempre un acto de justicia para con ellos. No en vano el mismo Señor afirmó en la última Cena que no existe mayor amor que el dar la vida por aquellos a los que se ama (cf. Jn 15,13). Una vez que conozcamos la fecha señalada para la celebración de todos los que serán beatificados el 28 de octubre, trataremos de incluirla en nuestro Calendario litúrgico diocesano, si bien en cada pueblo o parroquia donde nació o vivió cada uno, se podrá celebrar la fiesta respectiva en el aniversario del martirio, salvo que el día esté ocupado ya por una celebración de rango mayor según las normas litúrgicas.

3. Los mártires y el martirio

Los obispos españoles hemos dicho en un Mensaje fechado el 26 de abril pasado: “Los mártires están por encima de las trágicas circunstancias que los han llevado a la muerte. Con su beatificación se trata, ante todo, de glorificar a Dios por la fe que vence al mundo (cf. 1Jn 5,4) y que trasciende las oscuridades de la historia y las culpas de los hombres. Los mártires ‘vencieron en virtud de la sangre del Cordero, y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte’ (Ap 12, 11). Ellos han dado gloria a Dios con su vida y con su muerte y se convierten para todos nosotros en signos de amor, de perdón y de paz. Los mártires, al unir su sangre a la de Cristo, son profecía de redención y de un futuro divino, verdaderamente mejor, para cada persona y para la humanidad”
[6].

A continuación citábamos unas palabras del Siervo de Dios Juan Pablo II, que completan esta idea: “Quiero proponer a todos, para que nunca se olvide, el gran signo de esperanza constituido por los numerosos testigos de la fe cristiana que ha habido en el último siglo, tanto en el Este como en el Oeste. Ellos han sabido vivir el Evangelio en situaciones de hostilidad y persecución, frecuentemente hasta el testimonio supremo de la sangre. Estos testigos, especialmente los que han afrontado el martirio, son un signo elocuente y grandioso que se nos pide contemplar e imitar. Ellos muestran la vitalidad de la Iglesia; son para ella y para la humanidad como una luz, porque han hecho resplandecer en las tinieblas la luz de Cristo […]. Más radicalmente aún, demuestran que el martirio es la encarnación suprema del Evangelio de la esperanza”
[7]

En ambas citas se encierra el significado del martirio como supremo testimonio de la fe -mártir significa justamente testigo- y de amor. Según una definición clásica, el martirio es la muerte aceptada voluntariamente en defensa de la fe cristiana o por otra virtud relacionada con ella
[8]. El Concilio Vaticano II se refiere al martirio de este modo: “El martirio, con el que el discípulo llega a hacerse semejante al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, asemejándose a El en el derramamiento de su sangre, es considerado por la Iglesia como un supremo don y la prueba mayor de la caridad” (LG 42; cf. GS 21). En efecto, la clave del martirio está en esa identificación del cristiano con Jesucristo hasta el punto de que se hace verdad la frase de Tertuliano “Cristo está en el mártir”[9], expresión que recuerda la de San Pablo: “Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, mas no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí” (Ga 2,19b-20).

La referencia para comprender el martirio es siempre Jesucristo, el “testigo -mártir- fiel y veraz” (Ap 3,14; cf. 1,5), que dio solemne testimonio ante Pilatos (cf. Jn 18,37) como recuerda expresamente San Pablo a su discípulo Timoteo, animándole a conquistar la vida eterna mediante el combate de la fe que confesó públicamente al hacerse cristiano (cf. 1 Tm 6,12-14). En este sentido, Nuestro Señor Jesucristo, primero a través de su vida entera desde el momento en que hizo la entrada en el mundo (cf. Hb 10,5-10) y después en su pasión y muerte, nos dejó un ejemplo admirable de cómo hemos de conducirnos antes las contrariedades y la posible persecución (cf. 1 Pe 2,21-24). Incluso enseñó a perdonar a los enemigos y a orar por quienes nos acosan y calumnian (cf. Lc 23,34; Mt 5,43-48). Imitándole a Él los mártires han muerto perdonando a quienes les arrebataban la vida terrena. De este modo hicieron imposible la espiral de rencor y de venganza que genera a veces la muerte violenta. Por eso la memoria de los mártires no es en modo alguno reivindicación o alegato contra nada ni contra nadie, sino invitación y ofrecimiento de paz y de reconciliación.

Como he señalado antes, el martirio es la manifestación más elevada del amor cristiano a ejemplo de Cristo (cf. Jn 15,13). Al mismo tiempo es también la expresión más sublime del amor a la vida en plenitud. Aunque pueda parecer una contradicción, el que muere ante la disyuntiva de apostatar de su fe para seguir viviendo o confesar esa fe y por ello morir, en realidad está proclamando que se pone en las manos de Dios, autor de la vida no sólo terrena sino también inmortal. De los mártires proclama un himno del Apocalipsis: “Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (Ap 12,11). Aquí radica precisamente el milagro moral que acredita su heroísmo y santidad. Como canta el prefacio para las misas de los Mártires: “pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio”
[10].

Los mártires no fueron unos desesperados de la vida y menos aún unos fanáticos cegados por el odio. La actitud del mártir cristiano ha quedado perfectamente reflejada en las palabras de San Policarpo de Esmirna a punto de morir “Ochenta y seis años hace que le sirvo (a Jesucristo) y ningún daño he recibido de Él. ¿Cómo puede maldecir de mi Rey, que me ha salvado?”
[11]. Impresiona y conmueve comprobar que esa misma actitud la tenían nuestros mártires, algunos jovencísimos, como el ya citado Siervo de Dios José Antonio Pérez, a sus 18 años, y Esteban Vázquez y Gerardo Pascual, ambos de 21, etc. A esta edad muchos jóvenes padecen hoy un enorme despiste espiritual y en ocasiones moral. Los mártires, en cambio, estaban motivados tan fuertemente por la fe y la esperanza, y sobre todo por un amor sin medida a Jesucristo y al Evangelio, que les hizo capaces no sólo de vivir para el Señor sino también de morir por Él (cf. Rm 14,8). Esta fortaleza es fruto del Espíritu Santo, recibido en el Bautismo y en la Confirmación[12].


4. Las condiciones del martirio

Para que la muerte de un fiel cristiano sea considerada martirio, se requieren algunas condiciones. En primer lugar, que la muerte haya sido violenta, ya sea de forma instantánea ya sea como consecuencia derivada de una agresión anterior. A esta primera condición han de unirse los elementos formales del martirio, que consisten, primeramente, en que los causantes de la muerte lo hagan por odio a la fe o por rechazo de lo que representa la vida o conducta de quien obra en coherencia con aquella o con la condición bautismal, consagrada a Dios o ministerial de la víctima. Un segundo elemento formal, inseparablemente unido al anterior y que ha de probarse también, es la aceptación voluntaria de la muerte por amor a la fe o a Jesucristo o como acto de caridad hacia el prójimo
[13].

Como puede verse, la declaración de martirio de unos Siervos de Dios nada tiene que ver con reivindicaciones humanas de ningún tipo, por justas que puedan ser éstas. Tampoco es cosa de nuestro tiempo. Porque, desde los orígenes del cristianismo y en todos los lugares de la tierra donde ha sido predicado el Evangelio, la presencia de los discípulos de Jesús ha estado marcada siempre por el testimonio sangriento del martirio. La historia de los primeros siglos cristianos es en gran medida la historia de las persecuciones. De esa época son las Actas de los Mártires, algunas muy famosas como las del martirio de San Policarpo de Esmirna, ya citado. Entre nosotros son conocidas las de los mártires leoneses Claudio, Lupercio y Victórico. En todo caso, la persecución, de una forma o de otra, ha acompañado siempre el anuncio del Evangelio y el establecimiento de la Iglesia, hasta el punto que ha seguido siendo verdad la famosa frase de Tertuliano: "la sangre de los mártires es semilla de cristianos" (Apol. 50,13).

Las Iglesias particulares de España han ofrecido durante el siglo XX una verdadera pléyade de mártires, no sólo durante los trágicos años de 1934, 1936 y 1937, sino también en las últimas décadas, cuando no pocos misioneros y misioneras españoles fueron eliminados violentamente en los países donde desarrollaban su actividad evangelizadora y pastoral. En efecto, el catálogo oficial de los "testigos de la fe" de los tiempos modernos, confeccionado con ocasión del Gran Jubileo de 2000, supera la cifra de 10.000 nombres españoles. De ellos, 479 han sido ya beatificados en once ceremonias a partir de 1987, a los que se unirán los 498 del 28 de octubre. De aquellos, once son ya santos canonizados, entre los que se cuenta nuestro San Julián-Alfredo. Pero todos juntos representan solamente una pequeña porción comparada con la cifra total de los que, a lo largo de los tiempos, han dado testimonio e incluso la vida por el nombre de Nuestro Señor Jesucristo (cf. Hch 15,26).

No hay que olvidar que las incomprensiones, las dificultades y no pocas veces la persecución, han acompañado siempre la penetración del Evangelio en la vida de la sociedad: “Todos los tiempos son de martirio. No se diga que los cristianos no sufren persecución; no puede fallar la sentencia del Apóstol: ‘todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución’. Todos, dice, a nadie excluye, a nadie exceptúa. Si quieres probar la certeza de este dicho, empieza tú a vivir piadosamente, y verás cuánta razón tuvo para decirlo”
[14].

4. Preparémonos para este acontecimiento

La próxima beatificación de los 34 hermanos nuestros, la mayoría nacidos en esta tierra y educados en la fe en nuestras parroquias, es una gracia de Dios para toda la Iglesia diocesana y aún para la sociedad. El martirio es la prueba más interpelante de la Iglesia de Jesucristo que, a pesar de estar formada por hombres frágiles, es capaz de ofrecer un espléndido testimonio de fidelidad incondicional a Jesucristo, como he señalado antes. Hoy necesitamos de modo especial este testimonio, cuando se difunde una mentalidad laicista que arrincona la religión a la esfera privada y cuando el espíritu de la reconciliación y de la paz parece amenazado en nuestra sociedad.

El ejemplo de firmeza de los mártires en los ideales cristianos y religiosos nos alienta también en esta época de penuria de vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y al apostolado seglar. Basta fijarse en los pueblos de donde salieron, prácticamente todos ellos con una envidiable lista de sacerdotes, religiosos y religiosas y personas consagradas, que siguieron la llamada del Señor y que nutren todavía nuestro Presbiterio diocesano, incontables Institutos de Vida Consagrada y aun el apostolado y la vida seglar.

Os invito a todos, por tanto, a prepararos para este acontecimiento que hemos de celebrar como corresponde. Y a los que os sea posible, quiero animaros también a acudir a Roma para participar en la beatificación. Pero, sobre todo, oremos para que el testimonio de estos mártires, tan cercanos a nosotros en el tiempo y en los lugares de procedencia y de actividad apostólica, produzca en nuestra Iglesia diocesana abundantes frutos de fe, de caridad, de esperanza y de obediencia fiel a la llamada de Dios en todos los estados de la vida cristiana.

De manera especial me dirijo a los sacerdotes con cargo pastoral y a las comunidades religiosas a las que pertenecen los Siervos de Dios, para que organicen oportunamente, en vísperas de la Beatificación, catequesis a los fieles y vigilias de oración centradas en el valor espiritual y pastoral del martirio. Quiero pedirles también que, una vez efectuada la Beatificación y la celebración eucarística en nuestra Santa Iglesia Catedral en acción de gracias, con participación de todo el pueblo de Dios y las comunidades referidas, tengan también en cada pueblo o comunidad una solemne Eucaristía en honor del mártir o de los mártires respectivos. Sería hermoso, así mismo, que el recuerdo del acontecimiento se perpetuara en cada lugar, mediante una placa conmemorativa, colocada junto a la Pila bautismal en la que cada Siervo de Dios fue bautizado, como testimonio también de la culminación de una vida cristiana que nació allí mediante el sacramento del agua y del Espíritu Santo.

León, 30 de junio de 2007, Memoria de los Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana.

Invocando la intercesión de los nuevos Beatos, con mi cordial saludo y bendición:



+ Julián, Obispo de León


SIERVOS DE DIOS, MÁRTIRES DEL SIGLO XX EN ESPAÑA,
RELACIONADOS CON LA DIÓCESIS DE LEÓN,
QUE SERÁN BEATIFICADOS EN ROMA EL 28 DE OCTUBRE DE 2007


A) POR RAZÓN DEL NACIMIENTO


Número en esta lista. (Nº según la Relación oficial). Nombre y Apellidos (Nombre en Religión). Instituto Religioso
[15]. Edad.
Pueblo natal (Provincia). Fecha de nacimiento.
+ Fecha del Martirio (Lugar).

1. (Nº 65). Antero Mateo García. Laico. 61 años.
Valdevimbre (León). 4-III-1875.
+ 8-VIII-1936 (Barcelona)

2. (Nº 213). Balbino Villarroel Villarroel. O.S.A. 26 años.
Tejerina (León). 30-III-1910.
+ 28-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

3. (Nº 449). Benigno Prieto del Pozo. O.F.M. 29 años.
Salce (León). 25-XI-1906.
+ 16-VIII-1936 (Fuente el Fresno. Ciudad Real)

4. (Nº 205). Bernardino Álvarez Melcón. O.S.A. 33 años.
Rosales (León). 31-VIII-1903.
+ 28-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

5. (Nº 436). Eleuterio Marne Mansilla. O.P. 27 años.
Gusendos de los Oteros (León). 17-II-1909.
+ 23-XII-1936 (Santander)

6. (Nº 490). Esteban Cuevas Casquero (Eliseo de Jesús Crucificado). O.C.D. 22 años.
Besande (León). 26-XII-1913.
+ 22-VII-1936 (Toledo)

7. (Nº 233). Esteban García Suárez. O.S.A. 45 años.
Canales (León). 1-VIII-1891.
+ 30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

8. (Nº 323). Esteban Vázquez Alonso. S.D.B. 21 años.
Carrizo de la Ribera (León). 27-VI-1915.
+ 6-XI-1936 (Guadalajara)

9. (Nº 372). Félix Alonso Muñíz. O.P. 40 años.
Oseja de Sajambre (León). 2-V-1896.
+ 24-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

10. (Nº 277). Froilán Lanero Villadangos. O.S.A. 25 años.
Villadangos (León). 3-X-1919.
+ 28-VII-1936 (Ctra. Madrid-Valencia. Km. 9)

11. (Nº 252). Gerardo Pascual Mata. O.S.A. 21 años.
Cerezal (León). 25-IX-1915.
+ 30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

12. (Nº 425). Isidro Ordóñez Díez. O.P. 27 años.
Campohermoso (León). 15-V-1909.
+ 31-VIII-1936 (Sama de Langreo. Asturias)

13. (Nº 452). José Álvarez Rodríguez. O.F.M. 22 años.
Sorriba (León). 14-X-1913.
+ 16-VII-1936 (Fuente el Fresno. Ciudad Real)

14. (Nº 253). José Antonio Pérez García. O.S.A. 18 años.
Villapodambre (León). 9-IV-1918.
+ 30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

15. (Nº 375). José María López Tascón. O.P. 40 años.
Aviados (León). 3-III-1896.
+ 25-VII-1936 (Madrid)

16. (Nº 243). Julio Marcos Rodríguez. O.S.A. 22 años.
Carrizal (León). 16-III-1914.
+ 30-XI-1936 (Madrid)

17. (Nº 52). Luis Minguell Ferrer (Luis María de la Virgen de la Merced). O.C.D. 34 años.
Pola de Gordón (León). 13-VI-1902.
+ 22-X-1936 (Barcelona)

18. (Nº 226). Matías Espeso Cuevas. O.S.A. 35 años.
San Martín de Valdetuéjar (León). 22-II-1901.
+ 30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

19. (Nº 176). Melchor Rodríguez Villastrigo (Melchor del Espíritu Santo). O.SS.T. 37 años.
Laguna de Negrillos (León). 28-I-1899.
+ 24-IX-1936 (Cuenca)

20. (Nº 484). Nazario Del Valle González (Nazario del Sagrado Corazón). O.C.D. 35 años.
Castilfalé (León). 28-VII-1901.
+ 31-VII-1936 (Toledo)


21. (Nº 224). Nemesio Díez Fernández. O.S.A. 23 años.
Prioro (León). 20-II-1913.
+ 30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

22. (Nº 232). Nemesio García Rubio. O.S.A. 24 años.
Vegapugín (León). 17-IV-1912.
+ 30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

23. (Nº 483). Ovidio Fernández Arenillas (Eusebio del Niño Jesús). O.C.D. 48 años
Castilfalé (León). 21-II-1888.
+ 22-VII-1936 (Toledo)

24. (Nº 491). Perfecto Domínguez Monge (Perfecto de la Virgen del Camino). O.C.D. 22 años.
Besande (León). 18-IV-1913.
+ 22-VII-1936 (Toledo)

25. (Nº 242). Ricardo Marcos Reguero. O.S.A. 45 años.
Villanueva de las Manzanas (León). 9-VI-1891.
+ 30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

26. (Nº 214). Sabino Rodrigo Fierro. O.S.A. 61 años.
Cerezal (León). 7-XII-1874.
+ 28-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

27. (Nº 420). Santiago Franco Mayo. O.P. 31 años.
Santa María del Páramo (León). 28-III-1905.
+ 18-VIII-1936 (Navelgas. Asturias)

28. (Nº 208). Senén García González. O.S.A. 31 años.
Villarín (Parroquia de Robledo de Omaña, León). 15-VII-1905.
+ 28-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid)

29. (Nº 296). Víctor Gaitero González. O.S.A. 59 años.
Valdemora (León). 18-X-1871.
+ 5-VIII-1936 (Fuente de la Higuera. Valencia)


B) POR RAZÓN DE LOS ESTUDIOS


Númeroen esta lista. (Nº de la Relación oficial). Nombre y Apellidos (Nombre en Religión). Instituto Religioso
[16]. Edad.
Pueblo natal (Provincia). Fecha de nacimiento.
+ Fecha del Martirio (Lugar).
Relación con la Diócesis de León (Varios de ellos pertenecen ya al grupo de los nacidos en León. Por eso no se cuentan)

1. (Nº 271). Antolín Astorga Díez, O.S.A. 30 años.
Aguilar de Campoo (Palencia). 16-II-1906.
+27-VII-1936 (Las “Emes” de Belinchón. Cuenca)
Humanidades en la escuela apostólica (Valencia de Don Juan)

-. Bernardino Álvarez Melcón, O.S.A. (ver n. 4)
Latín y Humanidades en la Preceptoría (Vegarienza)

-. Froilán Lanero ViIladangos, O.S.A. (ver n. 10)
Latín y Humanidades en la Escuela apostólica (Valencia de Don Juan)
-. Julio Marcos Rodríguez, O.S.A. (ver n. 16)
Latín y Humanidades en la Preceptoría (Mogrovejo)

2. (Nº 262). Luis Suárez -Valdés Díaz de Miranda, O.S.A. 62 años.
Ciaño – Sama de Langreo (Asturias). 19-VI-1874.
+30-XI-1936 (Paracuellos de Jarama. Madrid).
Bachillerato en los Agustinos (Valencia de D. Juan)
-. Matías Espeso Cuevas, O.S.A. (ver n. 18)
Latín y Humanidades en la Preceptoría (Mogrovejo)

-. Nemesio Díez Fernández, O.S.A. (ver n. 21)
Latín y Humanidades (Prioro y Riaño)
-. Nemesio García Rubio, O.S.A. (ver n. 22)
Latín y Humanidades en la Preceptoría (Vegarienza)
-. Senén García González, O.S.A. (ver n. 28)
Latín y Humanidades en la Preceptoría (Vegarienza)


C) POR RAZÓN DEL TRABAJO O DE LA ACTIVIDAD PASTORAL

-. Antero Mateo García, Laico (ver n. 1).
Actividad familiar (Cembranos)

1. (Nº. 268) José Gutiérrez Arranz, O.S.A. 53 años
Zuzones (Burgos). 14-IV-1883.
+27-VII-1936 (Las “Emes” de Belinchón. Cuenca).
Docencia (Valencia de D. Juan)

2. (Nº 276) Pedro Alonso Fernández, O.S.A. 47 años.
Faramontanos de Tábara (Zamora). 1-VIII-1988.
+ 28-VII-1936 (km. 9 Crtra. Madrid Valencia).
Pastoral en la Casa de formación (Valencia de D. Juan)

3. (Nº 275) Primitivo Sandín Miñambres, O.S.A. 43 años.
Santibáñez de Tera (Zamora). 25-I-1893.
+ 28-VII-1936 (km. 9 Crtra. Madrid Valencia).
Escuela apostólica (Valencia de D. Juan)

RESUMEN:

-Siervos de Dios nacidos en la diócesis de León: 29
-Siervos de Dios relacionados con la diócesis
por razón de los estudios: 2
-Siervos de Dios relacionados por otras causas: 3

-TOTAL 34

[1] Son exactamente 23 causas de declaración de martirio, muchas de ellas reanudadas después de más de cincuenta años de interrupción.
[2] Se llama Siervo de Dios al fiel cristiano, muerto con fama de santidad, al que se le abre la causa o proceso de beatificación y canonización.
[3] Prefacio de la solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre).
[4] En efecto, casado en Cembranos, tuvo ocho hijos, uno de ellos dominico y una carmelita descalza, ya fallecidos. Emigró a Barcelona en busca de trabajo, encontrándolo como obrero ferroviario. Se hizo adorador nocturno y más tarde terciario dominicano. Perseguido por ser católico practicante, fue asesinado el 8 de agosto de 1936. El siervo de Dios encabeza precisamente la causa n. 2, iniciada en Barcelona e integrada por doce miembros de la familia dominicana.
[5] Refiriéndome tan sólo a los mártires, San Marcelo, Patrono de la ciudad de León, es el más antiguo (s. III). Le siguen Santos Facundo y Primitivo (s. III-IV), Santos Claudio, Lupercio y Victorico (s. IV), San Vicente, San Ramiro y compañeros (s. IV), San Antonio (González) de León (s. XVII), y otros no suficientemente identificados, de manera que figuran en una celebración conjunta bajo el título de Santos venerados y Santos cuyas reliquias se honran en la diócesis de León, el 5 de noviembre.
[6] Conferencia Episcopal Española, Mensaje con motivo de la Beatificación de 498 mártires del siglo XX en España, de 26-IV-2007, n. 1.
[7] S.S. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Europa, de 28-VI-2003, n. 13. Puede verse también lo que el mismo Pontífice escribía en 1994 a propósito de la preparación del Gran Jubileo de 2000: "Al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires. Las persecuciones de creyentes —sacerdotes, religiosos y laicos— han supuesto una gran siembra de mártires en varias partes del mundo... Es un testimonio que no hay que olvidar... En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi «militi ignoti» de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios": Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, de 10-XI-1994, n. 37.
[8] Cf. Benedicto XIV, Opus de Servorum Dei beatificatione..., Prato 1839-1842, III, cap. 11, n. 1.
[9] De pudicitia, 22.
[10] En efecto, “dado que los mártires son personas de todos los ámbitos sociales, que han pasado su existencia haciendo el bien y que han sufrido y han muerto renunciando a salvar su vida y perdonando a quienes los maltratan, nos sitúan ante una realidad que supera lo humano y que nos invita a reconocer la fuerza y la gracia de Dios actuando en la debilidad de la historia humana”Conferencia Episcopal Española, Mensaje con motivo de la Beatificación, cit., n. 3.
[11] Martyrium Policarpi, J. Quasten, Patrología I, Madrid 1968, p. 86.
[12] “La fe, aumentada por la ascensión del Señor y fortalecida con el don del Espíritu Santo, ya no se amilana por las cadenas, la cárcel, el destierro, el hambre, el fuego, las fieras ni los refinados tormentos de los crueles perseguidores. Hombres y mujeres, niños y frágiles doncellas, han luchado en todo el mundo por esta fe hasta derramar su sangre” : San León Magno, Trat. 74,3, citado por C. Serna, Mártires, paradigma de cristianos, en M.E. Gonzçalez (dir.), El martirio cristiano. Testimonio y profecía, EDICE, Madrid 2007, p. 65.
[13] La aceptación de la muerte no quiere decir que el mártir no haya de procurar legítimamente evitarla. El poner a salvo la vida es un deber, excepto en el caso de los pastores de almas cuando su presencia sea necesaria para sostener a los fieles en la prueba.
[14] San Agustín, Serm. 6.
[15] Los Institutos Religiosos a los que pertenecen los Siervos de Dios se indican mediante las siglas siguientes: O.C.D. (Orden de Carmelitas Descalzos); O.F.M. (Orden Franciscana); O.P. (Orden de Predicadores –Dominicos-); O.S.A. (Orden de San Agustín –Agustinos-); O.SS.T. (Orden de la SS. Trinidad –Trinitarios-); S.D.B. (Sociedad de D. Bosco –Salesianos-).
[16] Como en el apartado anterior.

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