lunes, 6 de agosto de 2007

El Cristo une a los vigueses


La imagen salió de la Concatedral a las siete y media y regresó a ella tras realizar un recorrido que se prolongó casi tres horas.
Faro de Vigo Ana Rubinos / VIGO
La campana de la Concatedral anunciaba con sus dos toques que eran las siete y media de la tarde. El sol, como si de una señal se tratara, iluminaba la imagen del Cristo de la Victoria ya en la puerta del templo. Y salió ante la mirada de los centenares de fieles que abarrotaban el atrio. Silencio respetuoso sólo roto por los sollozos de los devotos más emocionados y por el sonido de las ropas de los cofrades al colocar los faroles en las cuatro esquinas del carro.
Así comenzó la procesión del Cristo de la Victoria que, un año más, logró reunir en las calles de la ciudad a cientos de miles de personas -unos 200.000, según los cálculos oficiales- en una masiva demostración de fe al santo más representativo de Vigo. Con el estandarte al frente, portado por Ramón Díaz del Río, y al son del Himno de España, interpretado por 23 de los integrantes de la Banda de Música de la Brilat, la imagen empezó su cadencioso recorrido enfilando la estrecha calle Real tras abrirse paso entre los devotos que llenaban la plaza.
Poco a poco, comenzó la procesión pero fue en un lento caminar que por momentos se paraba. Tuvo que pasar casi media hora para que las autoridades religiosas, encabezadas por el obispo de la diócesis de Tui-Vigo, José Diéguez, y el párroco, Moisés Alonso, y las civiles -entre los que estaba el alcalde, Abel Caballero; la presidenta del Parlamento Galego, Dolores Villarino, o la conselleira de Pesca, Carmen Gallego, junto a otros miembros de la corporación municipal entre los que no estaban los ediles del BNG- pudieran salir en procesión.
Mayores y pequeños, jóvenes y no tan jóvenes, familias enteras y muchas personas descalzas en ofrecimiento al santo participaron en una procesión que bajó hasta el Berbés para recorrer Cánovas del Castillo y Montero Ríos, subir por Colón para girar por Policarpo Sanz hasta llegar a la Porta do Sol. Miles de personas precedían la imagen y realizaron su recorrido en una ordenada comitiva, en dos hileras formadas a ambos lados de la calzada.
Un orden que desapareció tras el Cristo. Miles de fieles se arremolinaban tras la imagen en una intensa demostración de fe que era observada desde las aceras por miles de personas que vieron el paso de la comitiva.
Y todo el recorrido con un silencio que no hizo más que demostrar el respeto que el Cristo de la Victoria despierta entre los vigueses. Un silencio sólo roto por el sonido de los tambores que guiaban el ritmo de la procesión y por los salmos y canciones religiosas que se escucharon a través de la megafonía instalada a lo largo de todo el trayecto.
Además de la salida, el momento de mayor emoción fue la parada realizada en la Porta do Sol, momentos antes de concluir la procesión. Eran casi las diez de la noche, la luz de los faroles iluminaban la imagen alrededor de la que se congregaban miles de personas, una imagen que colocaron de cara a los presentes que aguardaban, en silencio, el final de la procesión. Fue el momento del responso final, en el que se animó a los fieles a que esta demostración de devoción no se quedara en flor de un solo día y se trasladara a todo el año y a seguir las palabras del Apóstol San Pablo: "Demos gracias a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Así sea".
Entonces, la multitud entonó a coro el Himno del Cristo de la Victoria. Miles de voces unidas en una única mientras jóvenes con el traje regional, que acompañaron la procesión, protagonizaron un pequeño baile con sus cestos de flores en lo alto. Al acabar, los aplausos resonaron en una Porta do Sol donde la noche ya había caído sin lograr oscurecer la fe de los presentes.
Entonces, los costaleros giraron la imagen y tomaron la calle Triunfo para devolver la imagen a su "casa", la Concatedral de Santa María, a donde llegó minutos más tarde rodeada, una vez más, de miles de fieles y de donde volverá a salir el próximo año en otra muestra de fervor. Porque, como dice el himno, "el Santísimo Cristo triunfó, triunfó".

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