De Pérez Galdós a nuestro tiempo: una historia de ayer para hoy
Acabo de recibir una joya de libro escrita por el rejuvenecido amigo don Eduardo Roca, (a los discípulos siempre nos cuesta apearle el don a los maestros); uno de los administrativistas españoles más lúcidos, que mejor domina esta disciplina como lo avalan sus imprescindibles obras entre los profesionales del derecho, catedrático emérito de la Universidad granadina, miembro honorífico de todas las Reales Academias de Jurisprudencia y Legislación, hombre de palabra y pensamiento, sin que sea esto último un añadido más, sino una singularidad a destacar por aquello de tomar ejemplo y ejemplarizar lo que es un valor. El volumen en cuestión, lleva por título: “Sociedad y derecho en Pérez Galdós”. Es denso, a pesar de que no lleguen a tres centenares de páginas, puesto que su lectura es un diálogo constante entre el lector y el autor, entre la vida vivida por Galdós y la que ahora vivimos.
Confiesa el autor que “Los Episodios Nacionales” de Galdós ya le engancharon en plena juventud. Reconoce, pasado el tiempo y por ende los años, que era una literatura que enseñaba historia deleitando. Quizás lo literario sea eso, la voz perenne de vidas vividas. En cualquier caso, tras su formación en leyes observa también que las citadas obras le proporcionaban un rico material, tanto desde el punto de vista jurídico como sociológico. Galdós, que fue un afanado restaurador de nuestra tradición novelística, sintió el compromiso de adentrarse en el primer proceso constitucional español haciéndolo con espíritu crítico, dentro de un estilo literario único, donde los personajes muestran sus pasiones, debilidades, fisonomías, caracteres humanos, sufrimientos... Quizás hoy en día nos falte ese estilo de conciencia elegante como era la galdosiana, señorial en el servir sin fronteras, para todos y en todo; sin desesperarse de nadie, sin excluir a nadie, haciendo literatura compartida, elocuente.
Todas las páginas del libro llevan el espíritu galdosiano, unas veces analizando las distintas instituciones jurídicas y sociales a las que se refiere Galdós, valorando el tiempo y los hechos, a la mujer tantas veces heroína de nuestra historia, proporcionándonos una visión enriquecedora de finales del siglo XIX. Esto es de un gran valor tanto para el jurista como para el lector interesado en la evolución social y jurídica de dicho siglo. Considero que es fundamental el cultivo de un serio conocimiento histórico de los diversos campos en los que se articula la vida de los individuos y de las comunidades. El mundo de los clásicos (del arte, de la literatura, del pensamiento…) puede ayudarnos a tomar orientaciones.
No existe nada más deleznable que hombres o grupos sin historia o ciegos ante la historia. Creo que es un mal de hoy en día, la ignorancia de nuestras propias raíces, pretender tergiversar realidades que fueron, identidades que son. En este sentido, yo también creo que la literatura galdosiana es una filosofía de vida contada y cantada con ejemplos revestidos por sueños literarios. Algo que hoy no se cultiva con ese talante independiente en el narrador, convertido más en lengua de víbora que en lengua literaria, a pesar de lo mucho que se edita o se escribe sobre guerras e historias. No vayamos a caer en que repitamos la misma historia de siempre, que cada individuo no piense más que en sí mismo. Avancemos, Galdós fue un adelantado en su tiempo y en ello.
También la Administración española es objeto del examen crítico galdosiano –como bien recoge el autor del libro sobre “sociedad y derecho en Pérez Galdós”-, a lo largo de su obra, siendo reiteradas las referencias que hace a la misma, pero tiene un concreto interés el estudio que realiza de los funcionarios públicos que prestan sus servicios a la Administración del Estado a lo largo del siglo XIX, lo que constituye un punto de referencia imprescindible para conocer en profundidad el fenómeno político sociológico del funcionario decimonónico, sus características, problemas, etc. Dentro de este laberinto administrativo que describe Galdós está la rectitud – o como escribe el profesor Roca- “es la eterna lucha entre el bien y el mal, el derecho y la injusticia, la moralidad y la corrupción, que deja un amargo sabor de funcionario cesante, obediente al gobierno de turno, cuyos ecos aún llegan a nosotros a siglo y medio de distancia”.
De igual modo, el libro que nos ocupa observa similitud de planteamientos entre la Regenta de Clarín con Fortunata y Jacinta o el Abuelo, de Galdós; es la preocupación por el transcurrir de las épocas, en relación a la manera en que el tiempo influye en los personajes. Otro de los temas tratados en la original obra, naciente de la jurisdicción ensayística e ingeniosa por el pensamiento moderno que aporta, es sobre la mujer en el entorno de Galdós; y es que el escritor fue un hombre de su tiempo, –como apunta el profesor Roca-, “enormemente preocupado por la cultura, por la educación y para ello utilizó el látigo de su pluma censurando situaciones reprochables y sublimando las luces de esperanza”. Su enseñanza, sin duda, puede servirnos para el momento presente, ese no “casarse con poder alguno”, ese avivar el realismo y la realidad española, es lo que ahora tanto falta en los escenarios del endiosado camarín mediático, donde se suele rivalizar con los lenguajes cuando el lenguaje es entendimiento y pugnar por las culturas cuando todas ellas son enriquecimiento. Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública –alguien lo dijo- puede medirse la cultura de un pueblo. Qué bueno sería que pasáramos revista. Seguro que tendríamos que hacer propósito de enmienda. Esta obra del Profesor Roca puede ser un buen inicio para conciliar libertades y reconciliarse con la lectura.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
Confiesa el autor que “Los Episodios Nacionales” de Galdós ya le engancharon en plena juventud. Reconoce, pasado el tiempo y por ende los años, que era una literatura que enseñaba historia deleitando. Quizás lo literario sea eso, la voz perenne de vidas vividas. En cualquier caso, tras su formación en leyes observa también que las citadas obras le proporcionaban un rico material, tanto desde el punto de vista jurídico como sociológico. Galdós, que fue un afanado restaurador de nuestra tradición novelística, sintió el compromiso de adentrarse en el primer proceso constitucional español haciéndolo con espíritu crítico, dentro de un estilo literario único, donde los personajes muestran sus pasiones, debilidades, fisonomías, caracteres humanos, sufrimientos... Quizás hoy en día nos falte ese estilo de conciencia elegante como era la galdosiana, señorial en el servir sin fronteras, para todos y en todo; sin desesperarse de nadie, sin excluir a nadie, haciendo literatura compartida, elocuente.
Todas las páginas del libro llevan el espíritu galdosiano, unas veces analizando las distintas instituciones jurídicas y sociales a las que se refiere Galdós, valorando el tiempo y los hechos, a la mujer tantas veces heroína de nuestra historia, proporcionándonos una visión enriquecedora de finales del siglo XIX. Esto es de un gran valor tanto para el jurista como para el lector interesado en la evolución social y jurídica de dicho siglo. Considero que es fundamental el cultivo de un serio conocimiento histórico de los diversos campos en los que se articula la vida de los individuos y de las comunidades. El mundo de los clásicos (del arte, de la literatura, del pensamiento…) puede ayudarnos a tomar orientaciones.
No existe nada más deleznable que hombres o grupos sin historia o ciegos ante la historia. Creo que es un mal de hoy en día, la ignorancia de nuestras propias raíces, pretender tergiversar realidades que fueron, identidades que son. En este sentido, yo también creo que la literatura galdosiana es una filosofía de vida contada y cantada con ejemplos revestidos por sueños literarios. Algo que hoy no se cultiva con ese talante independiente en el narrador, convertido más en lengua de víbora que en lengua literaria, a pesar de lo mucho que se edita o se escribe sobre guerras e historias. No vayamos a caer en que repitamos la misma historia de siempre, que cada individuo no piense más que en sí mismo. Avancemos, Galdós fue un adelantado en su tiempo y en ello.
También la Administración española es objeto del examen crítico galdosiano –como bien recoge el autor del libro sobre “sociedad y derecho en Pérez Galdós”-, a lo largo de su obra, siendo reiteradas las referencias que hace a la misma, pero tiene un concreto interés el estudio que realiza de los funcionarios públicos que prestan sus servicios a la Administración del Estado a lo largo del siglo XIX, lo que constituye un punto de referencia imprescindible para conocer en profundidad el fenómeno político sociológico del funcionario decimonónico, sus características, problemas, etc. Dentro de este laberinto administrativo que describe Galdós está la rectitud – o como escribe el profesor Roca- “es la eterna lucha entre el bien y el mal, el derecho y la injusticia, la moralidad y la corrupción, que deja un amargo sabor de funcionario cesante, obediente al gobierno de turno, cuyos ecos aún llegan a nosotros a siglo y medio de distancia”.
De igual modo, el libro que nos ocupa observa similitud de planteamientos entre la Regenta de Clarín con Fortunata y Jacinta o el Abuelo, de Galdós; es la preocupación por el transcurrir de las épocas, en relación a la manera en que el tiempo influye en los personajes. Otro de los temas tratados en la original obra, naciente de la jurisdicción ensayística e ingeniosa por el pensamiento moderno que aporta, es sobre la mujer en el entorno de Galdós; y es que el escritor fue un hombre de su tiempo, –como apunta el profesor Roca-, “enormemente preocupado por la cultura, por la educación y para ello utilizó el látigo de su pluma censurando situaciones reprochables y sublimando las luces de esperanza”. Su enseñanza, sin duda, puede servirnos para el momento presente, ese no “casarse con poder alguno”, ese avivar el realismo y la realidad española, es lo que ahora tanto falta en los escenarios del endiosado camarín mediático, donde se suele rivalizar con los lenguajes cuando el lenguaje es entendimiento y pugnar por las culturas cuando todas ellas son enriquecimiento. Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública –alguien lo dijo- puede medirse la cultura de un pueblo. Qué bueno sería que pasáramos revista. Seguro que tendríamos que hacer propósito de enmienda. Esta obra del Profesor Roca puede ser un buen inicio para conciliar libertades y reconciliarse con la lectura.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
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