martes, 13 de junio de 2006

¿Qué hace Jesús en el sagrario?


Por: Claudio de Castro
Jesús siempre ha sido mi vecino.
Cuando era niño vivíamos enfrente de las Siervas de María. Tenían una capilla pequeña, y hermosa.
Me encantaba cruzar la calle para visitar a Jesús.
Me daba ilusión verlo porque era mi amigo.
Recuerdo que le preguntaba muchas cosas. Me he dado cuenta que he cambiado poco. Sigo preguntándole, lleno de inquietudes.
Ahora de grande, vivo frente a una residencia estudiantil. Suelo decir que Jesús es mi vecino, porque tienen un oratorio silencioso que invita a la oración. Jesús está siempre allí, en el sagrario.
De noche me da por pensar en la gracia tan grande que es tenerlo de vecino.
Me asomo por la ventana y lo saludo. A Él le encantan estas ocurrencias y sonríe.
Hace poco me dio por preguntarle:
¿Qué haces en el sagrario? Yo puedo moverme libremente, donde lo desee, pero tú, estás como un prisionero, expuesto a que te lleven de un lugar a otro, esperando que alguien te visite.
Durante este tiempo, ¿qué haces? ¿A qué te dedicas?
Por la tarde fui a misa y le volví a preguntar. Me pareció que respondía: “¿Por qué tengo que hacer algo? Me basta amar. Ustedes siempre tienen prisa para ir de un lugar a otro, pero ¿aman? Lo más importante lo han olvidado”.
Al salir de misa, fui a ver a mi amigo el Padre Ángel. Sé que le ilusiona hablar de Jesús y le conté de mi inquietud. Me parece que Jesús quiere enseñarnos algo en el Sagrario, le dije. Y visiblemente contento me respondió: “Debemos aprender las virtudes de Jesús en la Eucaristía”.
También me dijo algo que me gustó mucho: “Jesús se hace indigente, vulnerable, porque nos ama”.
Esto es algo que siempre me ha sorprendido. Jesús está allí, expuesto a todo, nuestro amor o nuestra indiferencia.
Pude encontrar algunas respuestas a mi inquietud.
Jesús en el Sagrario, nos enseña estas virtudes:
Paciencia.
Humildad
Amor.
Confianza.
Silencio.
Serenidad.
Obediencia.
Todo me sorprende de Jesús.
Hablamos tanto que hemos olvidado lo grato que es recogernos en el silencio para meditar las maravillas del Señor. Su silencio es una invitación a la oración. Su paciencia, a ser pacientes, su humildad a ser humildes, su confianza, a confiar.
He llegado a esta conclusión: ¿Qué hace Jesús mientas nos espera? Amar. Arde de amor por la humanidad, por nosotros; y pide al Padre que nos bendiga y nos llene de gracias.
Luego, cuando le recibimos en la comunión, ¿qué hace?
Nos convierte en sagrarios vivos, portadores del Amor, para que lo llevemos a los demás.