lunes, 31 de julio de 2006

La presencia de Jesús

Me encanta leer la Biblia porque siempre están las palabras adecuadas, esperando por ti. Me ha ocurrido cientos de veces. Cuando tengo una inquietud e ignoro las respuestas, abro mi Biblia y allí, ante mis ojos, aparece lo que yo tanto buscaba.
Recuerdo hace poco que reflexionaba: -Señor, ¿somos en verdad templo del Espíritu Santo?- Me fui con mi Biblia a una capilla cercana a mi casa y la abrí, esperando hallar una respuesta que llenara mi alma. Entonces leí, como si estuviera al lado de Jesús, cuando pronunciaba estas palabras: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra. Y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14, 22).
Fue sorprendente. Aún nos habla Jesús y podemos escuchar sus maravillosas enseñanzas.
Profundamente conmovido medité sus palabras y antes de partir le dije:
"Señor, yo quiero que permanezcas en mí".
He descubierto a lo largo de los años, lo hermoso que es vivir cercano a Jesús, como un amigo. Él te cuida y te ayuda en las cosas cotidianas.
Descubrí también, que la Comunión frecuente te fortalece, te llena de Dios, y te convierte en un sagrario vivo, dispuesto a llevar su Amor a los demás.
Un amigo me preguntó qué hacía tanto en misa, porque trato de ir con frecuencia. -Busco la gracia de Dios-, le respondí -y visito a un gran amigo-.
Con la comunión diaria los pecados me duelen más y procuro evitarlos. Vivo con una gran paz interior y siento la presencia viva del buen Dios a lo largo de mi jornada.
Qué sabroso es vivir en su presencia.
Los santos suelen decirnos que Dios habita en el interior del hombre y que podemos encontrarlo en el pobre, el que sufre, el vecino, aquel inválido al que nadie acompaña.
Hemos dejado tan solo a Dios.
Recuerdo con afecto, una visita que realicé a un hogar para ancianos. Cuando salía, una bella ancianita me tomó del brazo y me dijo acongojada:
- ¿Me ayuda a ir a mi casa?
- Será un honor servir a tan bella dama -le respondí.
Ella me sonrió feliz y comentó:
- ¿Sabe?, mi hijo es doctor. Yo me sacrifiqué mucho y le ayudé a ser médico. Pero vive lejos de aquí. Y no puede venir a verme.
Me preguntó si yo tenía hijos, si trabajaba, cuál era mi nombre. Entonces agregó emocionada:
- ¿Sabe?, mi hijo es doctor.

Por: Claudio de Castro