domingo, 5 de febrero de 2006

El sacerdote enfermo


Por Internet conocí a un sacerdote que estaba muy enfermo.
Me encontré con él una de esas noches de desvelo en que buscábamos a Dios. Me contó la gravedad de su enfermedad. Por un mes nos encontramos noche tras noche.
A veces faltaba a la cita dos o tres días y se disculpaba explicándome que había pasado en el hospital.

Una noche dejó de aparecer. Nunca regresó.
Tenía tan claro lo que Dios le pedía en esos momentos finales de su vida, que sus palabras impactaban y te enternecían el alma.
Recuerdo que una vez le pregunté: “¿Qué es lo que más te ha gustado de tu sacerdocio?” Vi una palabra aparecer en la pantalla de mi computador: “Consolar”.
Dios le pedía confianza. Fidelidad. Alegría.
Él le daba más siempre, a pesar de todo... y se entregaba a si mismo.
Me nació del alma esta oración, por nosotros, que tanto necesitamos a Dios.

Señor, tú lo sabes todo.
Conoces mi debilidad,
mi poca fe.
Enséñame a confiar,
a no dudar nunca de ti.

Y dame la gracia,
de poder consolar
a cuantos se acerquen
necesitados a mí

Autor: Claudio De Castro